En
los años cuarenta, los más pobres, ante tanta escasez, miseria y
hambre, que padecían en esta comarca y en todas, tuvieron que robar
(si robar se le puede llamar a rebuscar o recoger lo que a otro le
sobraba) para proveerse de algunos alimentos básicos. Pusieron en práctica
aquello de “robar para comer no es malo” y “quien
roba a un ladrón, tiene mil años de perdón”. Pero no era
así:
recibieron severas palizas en los cuarteles de la Guardia Civil,
visitaron las cárceles de los pueblos y tuvieron que pagar, encima,
una multa por los pequeños hurtos que se vieron obligados a hacer,
tras rápidos juicios en los Juzgados Municipales. Los hurtos más
frecuentes, según las sentencias que he podido analizar, eran de
bellotas, trigo, patatas, maíz, cebollas, garbanzos, habas,
pimientos, cebada, naranjas, leña, aceitunas, hortalizas, higos,
melones, alcauciles, granadas, membrillo o alguna que otra gallina.
Los arrestos fueron de entre 1 y 6 días y las multas podían ser de
5 o 10 pesetas, aunque algunos casos llegaron a pagar 100 ptas. El
mayor número de estos pequeños hurtos se dieron en el año 1945.
Fue uno de los peores años.
Pero
quien tuvo peor suerte, fue Manuel Vallejo Chávez, de 32
años, casado, natural de Cazalla de la Sierra, vecino de San José
de la Rinconada, que no tuvo que someterse a ningún juicio rápido,
ni tuvo que pagar ninguna cantidad: murió por disparo de un guardia
civil el 11 de noviembre de 1944. Manuel iba con un grupo de catorce
o quince personas (hombres, mujeres y niños) a rebuscar aceitunas
(hurtar, según la Guardia Civil) en El Toril, Cortijo de La
Jarilla, en el municipio de La Rinconada. Al ver a una pareja de la
Guardia Civil, se dieron a la fuga precipitadamente, dividiéndose en
dos grupos. El guardia que perseguía al grupo de Manuel les dio el
“Alto a la Guardia Civil” y disparó al aire, según su propia
versión, alcanzando (no sería tan al aire) a Manuel Vallejo y le
produjo una herida en el costado derecho, con gran hemorragia. Aunque
lo trasladaron en un volquete a la consulta del médico D. Raimundo
de la Fuente Romo, éste sólo pudo certificar su muerte, siendo
trasladado al deposito del cementerio. El acta de defunción está
firmada por el Juez Municipal, D. Rafael Sánchez Fernández, que
había sido Alcalde desde julio de 1936 a julio de 1938. El día 27 de
noviembre sobreseyeron la causa abierta al guardia civil que lo
mató por “obrar en cumplimiento de su deber”.
La
causa de esta situación estaba en la política económica y de
relaciones exteriores de la
dictadura fascista comandada por Francisco Franco, que
insensible a las necesidades de la
población española, exportaba, de forma encubierta, alimentos
(aceite y arroz, cítricos y otros) hacia Alemania, junto a los
minerales para su industria armamentística (hierro, pirita, plomo,
mercurio, cinc y wolframio), e Italia, durante la II Guerra Mundial,
como pago por la ayuda militar prestada y las deudas contraídas, y
hacia Gran Bretaña, que siempre mantuvo una entente
cordiale con Franco (1).
Les importaba más el bienestar de los otros que el de los españoles.
El objetivo era obtener divisas para financiar la adquisición de
bienes de equipo y materias primas para la industria, que supusieron,
según datos aportados por Carlos Barciela e Inmaculada López (2003:
22), el 60% de las compras realizadas en el exterior, mientras la
adquisición de alimentos apenas sobrepasaron el 30%. Las mayores
importaciones de alimentos llegaron de Argentina (acuerdos firmados
entre 1941 y 1948), pero nunca fueron suficientes para abastecer a la
población, y en 1949 quedaron suspendidos por desavenencias
personales entre Perón y Franco. Siempre se ha dicho: “Está
más perdío que el barco del arroz”.
En esos momentos EEUU ya echaba redes para salvar a Franco de
las penurias, insuficiencias e insatisfacciones que había creado, en
forma de créditos y acuerdos militares...
DE LA CLANDESTINIDAD A LA LIBERTAD CONQUISTADA...pp. 146-147
(1)
Gran Bretaña nunca rechazó rotundamente a Franco y a su
dictadura, más bien la ayudó: primero con la política de no
intervención en la guerra española; después, entre 1939 y
1942, con la política de contención estrátegica para
impedir la entrada de España en la II Guerra Mundial, y entre 1942
y 1945 (y siguientes), prefiriendo a Franco antes que un gobierno
democrático que pudiese alentar al comunismo y otros fenómenos
revolucionarios, dentro de lo que llamaríamos una política
realista, pues primaron sus
intereses económicos. Las importaciones españolas de productos
alimenticios fueron sólo el 6% del total entre 1939 y 1941, y el
6,8% entre 1942 y 1944. En cambio, España exportó a Gran Bretaña
en el primer periodo productos alimenticios por valor de 42,38
millones (el 67,% del total), aunque en el segundo periodo sólo
alcanzó los 22,3 millones (el 15,8%), pues fueron los minerales y
otras materias primas las que superaron el 60% con un valor de 85,8
millones. V.: FERNÁNDEZ-LONGORIA
MUÑOZ-SECA, Miguel, La
Diplomacia Británica y el primer franquismo: las relaciones
internacio-nales Hispano-Británicas durante la II Guerra Mundial,
Tesis doctoral, UNED, Facultad de Geografía e Historia,
Departamento de Historia Contemporánea, 2008.
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