jueves, 8 de noviembre de 2018

TERRORISMO MILITAR Y LIMPIEZA POLÍTICA DE CLASE EN UN PUEBLO SEVILLANO


 
(Artículo escrito el 17/10/2008, cuando la importantísima iniciativa del juez Garzón pudo haber sido el comienzo del reconocimiento legal (judicial) de la barbarie cometida en aquellos terroríficos años de la Guerra Civil y la posguerra).

"Ahora que tanto se habla de fosas y de averiguaciones sobre los desaparecidos expongo mis reflexiones y las inmensas dificultades que el problema tiene, a partir de mis propias investigaciones sobre un pueblo sevillano (Cantillana), realizadas entre 2004 y 2006, recogidas en el libro que escribí entonces. Lo ocurrido entre el 18 de julio de 1936 y febrero de 1937 en la zona controlada por los militares sublevados fue auténtico terrorismo militar de Estado, pues no tenía otro objetivo que crear terror para dominar de forma violenta: una represión sistemática y planificada desde el poder que dan las armas contra un pueblo indefenso, cuyo único pecado era haber creído el la libertad y en la justicia, para conseguir un pueblo sumiso, que los aplaudiese y los considerase sus libertadores,las fuerzas que vienen a pacificar España , evitando la anarquía que venía existiendo" (Del acta de constitución de la comisión gestora municipal el 30 de julio de 1936, Archivo Municipal de Cantillana).1
Por esa razón lo que menos les importaba era la legalidad, y si alguna legalidad usaron fueron leyes del siglo XIX o la Ley de Jurisdiciones de 1906, que lespermitíaintervenir ante todo ataque al ejército y a España... Tampoco les importaba cómo se llevaba a cabo la represión, ni menos aún dejar datos de los fusilados, privando a sus familias de poderlos enterrar dignamente, para aumentar el dolor, que ha durado más de setenta años, y mantener vivo el terror: el miedo que caló hasta los huesos.
En Cantillana, pueblo sevillano donde losrojosno habían matado a nadie, los primeros fusilados y los muertos habidos al ser ocupada el día 30 de julio de 1936 por las tropas del comandante Gutiérrez Pérez, que dependía directamente de Quiepo de Llano, están enterrados en la fosa común que abrieron para tal cometido, y que muy pocos conocían. Actualmente es lugar de paso entre dos partes del cementerio, por lo que está dentro de su recinto, pero está cubierta de cemento; entonces, era el quemadero y estaba fuera del mismo. No obstante, no se puede saber con exactitud cuántos cantillaneros fueron hacinados en ella. Sólo hay algo seguro: la fosa existe, está localizada y en ella yacen algunos cantillaneros, los que mataron al entrar la tropas rebeldes en Cantillana y los que ese mismo día fueron fusilados en el Barranco.
Las tropas rebeldes de Gutiérrez Pérez, al entrar en la villa, y en respuesta a la leve oposición que pusieron algunos cantillaneros, hirieron a dos vecinos: José Martínez García, de 21 años de edad, que morirá antes de que la ambulancia llegara a Los Pajares (a dos kilómetros del pueblo), camino de Sevilla, y Manuel Rodríguez Machuca, al que habían dado un tiro en la cara y que en la misma ambulancia fue trasladado al Hospital de Sevilla, donde curaron sus heridas, bajo estrecha vigilancia. Tenía 22 años. Varios metros más adelante cayeron muertos, en plena calle La Esperanza, Juan González Espinosa, el hijo de Carmen Espinosa (Carmela la Huesna), de 12 años de edad, y Rafael Romero Monge, de 20 años. Una balaperdidamató a los dos, según la versión que ha llegado hasta nuestros días.
Detuvieron a muchas personas. En el cuartel de la Guardia Civil, casi por sorteo, escogieron a un grupo de hombres que fueron ejecutados sin más en el Barranco. En el grupo estaban: Antonio Pablo Gil, Miguel y Santos Blanco Escobar, Tomás Macías García, Manuel y Nicolás Uceta Alonso, que –al parecer– opusieron resistencia a las tropas facistas en la torre de la iglesia, y Rafael “Boleco”, del que no he podido obtener más información. Es posible que fueran más, pero no hay información escrita, ni oral.
En plena calle matan a otros dos cantillaneros más, a Jesús Castillo GuerreroBecerra, en la calle Real, y al médico Diego Sarmiento Infante, amigo de Pedro Vallina y sobrino del maestro José María Infante Franco, medalla de Oro de la República y Patriarca de los Republicanos Españoles, fusilado posteriormente en Utrera. Murió gritando: ¡Viva la República!
Todos ellos, excepto Diego Sarmiento, pueden estar en la fosa, pues no hay constancia de haber sido enterrados por sus familias en ningún nicho o sepultura propia. Exceptuar a Diego Infante, como es conocido en el pueblo, no significa tener seguridad en que fuese enterrado en otro sitio.
Ninguno tuvo juicio, por lo que fueron asesinatos o ejecuciones extrajudiciales, y de ellos, sólo Antonio Pablo Gil y Diego Sarmiento Infante están debidamente inscritos en el Registro Civil de Cantillana, el primero con fecha 17/07/1937 y el segundo, el 27/06/1940. En ellas no aparecen las causas de sus muertes, sinomuerto a la entrada de las tropas nacionales en esta villa. Las actas o partidas de defunción de los fusilados no están inscritas en el mismo año en el que ocurrió el hecho: lo hicieron al año siguiente o en la mayoría de los casos hasta seis o siete años después, y no aparece las causas de sus muertes, pero expresiones, además de la anterior, tales como:en la lucha nacional contra el marxismo,por bando de guerra,en encuentro con nuestras gloriosas tropasoen encuentro con la fuerza pública. Eso es lo que yo he encontrado durante la investigación realizada.
Posteriormente hubo más fusilamientos sin juicios, pero los llevaron a cabo en Sevilla y otros pueblos de la provincia, siendo enterrados en las fosas que tenían abiertas en su cementerios, sacándolos de madrugada para fusilarlos al amanecer. ¿Les aplicaron el Bando de Guerra? Es posible, pero no hay documentos que lo avale.
En Sevilla, por lo que sus cuerpos estarán en la fosa del cementerio sevillano, fueron fusilados: José Pueyo Solís, Alcalde (socialista) de la localidad durante la II República, el 5 de agosto de 1936; su hermano Manuel Pueyo Solís, el mismo día, junto a él; Dolores Sánchez Sánchez, José Domínguez Rodríguez, Francisco Cazorla García y Salvador Carrión Huerto, el mismo día que los anteriores; Joaquín Naranjo Rodríguez, el 5 de agosto con toda probabilidad, aunque no hay ningún documento que lo avale; Manuel Lozano Hernández, posiblemente el mismo día; Silveria Blanco González y su hijo Antonio López Blanco, el 12 de agosto; Dolores la Buleca y Asunción Díaz Núñez la Humilde, el mismo día que Silveria; Manuel Solís Villalón, el día 25 de agosto; Manuel Sarmiento Infante, el 30 de agosto, hermano de Diego; Ignacio Lucena García, el 1 de septiembre; Antonio Fernández Naranjo Niveleta, el 7 de septiembre; Antonio Sánchez Pino Capachero, junto a Antonio Fernandez; Miguel Palomo Blanco, el 13 de diciembre; Manuel Núñez Blanco, el 14 de diciembre; Francisco Palomar Camacho Tate, el 18 de diciembre; José Lora Esteban. Fusilado, el 19 de diciembre; Manuel de la Hera Parrilla, Antonio Rodríguez Machuca, José Montero Moriano, Gonzalo Hurtado Manito Tío Tuno y sus hijos, Salvador Hurtado Cabrera y Mariano Hurtado Cabrera, algún día entre agosto de 1936 y enero de 1937, después de pasar por varias cárceles sevillanas. También está en la fosa del cementerio sevillano Alberto Barrera Macías, preso en el barco-cárcel -Cabo Carvoeiro-, el cual se tiró al agua el día que iban a fusilarlo, el 26 de noviembre de 1936. Su cuerpo fue encontrado el 13 de diciembre y enterrado en dicha fosa común.
En la fosa común del cementerio de Alcalá del Rio fueron enterrados: Carmen Lafuente Tirado, maestra, y su hermano Simplicio, concejal republicano, fusilados el 16 septiembre de 1936; Antonio Ferrera Ríos, el 14 de noviembre; José Márquez Parrado, el 10 de noviembre, y José Díaz Vega, Manuel Ramos Rodríguez y Antonio Campos López, de los que no se puede saber aún el día concreto en el que cayeron posiblemente junto a la tapia de este cementerio.
En Brenes fueron fusilados: Manuel Barrera Macías, lider cenetista de Cantillana, el 27 de agosto de 1936; José Ferrera Ríos, fusilado el 28 agosto y Miguel López Robles, el día 20 de noviembre.
En Las Cabezas de San Juan fue torturado y ejecutado, pos supuesto sin juicio alguno, Antonio Merino Campos, sin que se pueda precisar el día de los hechos.
En La Rinconada, en el cementerio viejo, que ya no existe, es posible que se encuentre Antonio Muñoz Rodríguez, la Gamba, según el testimonio de sus familiares.
En Tocina cayó Antonio Viso Pelayo, natural de Lora del Río, el 1 de agosto 1936.
Una vez que hemos llegado hasta aquí, ¿podemos tener certeza de que sus restos están ahí, donde he señalado anteriormente? Poca o casi ninguna certeza, más bien muchas dudas, ya casi insalvables, pues sus familiares nunca pudieron enterrarlos dignamente. De todos los vecinos de Cantillana anteriormente citados sólo veinte están inscritos en el Registro Civil de la localidad (libros de defunciones); otros tres, lo están en el Registro Civil de Sevilla, y los datos de Alberto Macias aparecen en un sumario del Archivo del Tribunal Militar 2 de Sevilla; pero de todos los demás no existen documentos de ningún tipo. Donde están enterrados es más una creencia que una certeza, atestiguada únicamente por los familiares, que han olvidado o no han sabido nunca el día en el que fueron fusilados. Son, por tanto, treinta y cuatro verdaderamente desaparecidos.
Pero hay más, para más horror y terror. Por último, están los sin fosa conocida: un grupo de fusilados (o ejecutados extrajudicialmente), de los que no se puede aportar ni fecha ni lugar, por lo que son igualmente desaparecidos. Sólo existe la constancia documental de sus muertes ocurridas en 1936 al estar registrados como difuntos en el Apendice al Padrón de Habitantes de dicho año (Archivo Municipal de Cantillana). Estos son: Francisco Ferrari Pérez. Francisco Merino Campos, Santiago Daza Díaz, Francisco Sánchez Núñez Burraco, Enrique López Deldado, José Rivero Gómez, Gabriel Cazalla Osuna, Manuel de J. Núñez Palomar Peque, Antonio Figueroa Esteban, Francisco Espinosa Loma, Antonio Colomo Colomo, Manuel Prieto Barbero, Diego Orellana Terrón y Leopoldo Almería Usieta. Los cuatro últimos eran vecinos de Cantillana, pero nacidos en otras localidades.
Además, podemos afirmar que este terrorismo no fue indiscriminado. Sabían muy bien a quienes fusilaban, aunque pueda existir alguna excepción. Fue una limpieza política de clase, pues se da la circunstancia que más del 70% de los fusilados eran jornaleros (socialistas o anarquistas), y los que tenían alguna profesión, caso del médico o la maestra, eran republicanos convencidos. Los demás eran trabajadores de otros oficios, comerciantes o pequeños agricultores, más o menos vinculados (o simpatizantes) con partidos republicanos o de izquierda. El único labrador era el hermano del médico. Su madre y su hermana fueron, posteriormente, expulsadas del pueblo, y sus bienes confiscados.
Y Cantillana no fue una excepción: los hechos se repiten en la mayoría de los pueblos andaluces. No olvidemos que los militares fueron apoyados siempre por los terratenientes y sus hijos.
Ante tal tamaño atropello sólo cabe hacer justicia, recordarlos y sacarlos del olvido para restituir su dignidad como personas para que al fin descansen en paz, aunque no se pueda exhumar sus cadáveres, ni se encuentren el lugar donde fueron vilmente asesinados".
17 de octubre de 2008.
Ramón Barragán Reina2 maestro e investigador, autor de Cantillana II República. La Esperanza Rota (Ed. Muñoz Moya Editores, Brenes, 2006)