1970 será un año especialmente conflictivo, en el que el movimiento obrero da un paso adelante en la lucha por las libertades y por la mejora de las condiciones de trabajo en las empresas y en el campo. Estuvo precedido por la Quinta Reunión General de CC.OO., celebrada en noviembre de 1969, que analizó la situación socio-política derivada del cambio de gobierno, tras el Caso Matesa, que provocó la salida de los azules (Fraga y Solís) y el ascenso del Opus Dei. Los reunidos consideraron que la causa fundamental había sido la constante presión de la clase obrera, el campesinado, los estudiantes, los intelectuales, sectores avanzados del clero y amplios medios populares de la ciudad y del campo, entre otros, y que con el cambio de gobierno de 1969, el poder oligárquico dominaba los meca-nismos del Estado, pero creaba más contradicciones. Proponían llevar adelante la lucha de masas hacia la Huelga General para el logro de las libertades democráticas, por que la o-rientación era preparar las condiciones “para una gran acción generalizada y coordinada en todo el país, por el aumento de los salarios, por el sindicato obrero y por la amnistía general”. Por su parte, las CC.OO. de Sevilla habían fijado su plataforma reivindicativa en 350 ptas. de salario mínimo, 44 horas semanales, 30 días de vacaciones, a igual traba-jo igual salario, 100% en caso de enfermedad, accidente y paro, contra la eventualidad, y, además, por una vivienda digna, por la tierra para quien la trabaja y por los derechos de-mocráticos, incluido el derecho de huelga.
Con estas premisas, en el primer semestre de 1970 Sevilla vivió importantes conflictos, siendo los sectores más afectados Astilleros, Siderúrgica Sevillana, Panaderías y Construcción, en los que se produjeron despidos y detenciones. Ya en el segundo semestre, en octubre, cuando la conflictividad había amainado en la ciudad, el campo sevillano vivirá una gran huelga, como no se había visto antes.
El día 13 del mes de octubre estalló una gran huelga en la que participaron 30.000 tra-bajadores del campo, con especial incidencia en la Comarca del Canal (la Vega del Guadalquivir), zona algodonera por excelencia. La reivindicación fundamental fueron las 5 pesetas por kilo de algodón recogido, pero sin olvidar otras de gran importancia: au-mento salarial para la recogida de la aceituna y un nuevo convenio colectivo para el campo. Se daba la circunstancia que hacía pocos días que se había publicado el Primer Convenio Colectivo, “negociado” en la Cámara Oficial Sindical Agraria (la COSA), para la faenas agrícolas de la provincia, que afectaba a 110.000 obreros y 40.000 explotaciones agrarias y en el que los jornales oscilaban entre las 150 y 250 ptas. y se fijaba en 3,25 ptas. el kilo de algodón recogido para la primera y segunda pasada en regadío y para la primera pasada en secano, cuando la reivindicación desde años atrás era de un mínimo de 250 ptas. para todas las faenas y de 300 para la recogida de la aceituna de verdeo, así como las famosas 5 ptas. por kilo de algodón (LVE, 1/10/1970, p. 6).
La huelga, el día 13, según El Correo de Andalucía, tuvo especial incidencia en los cortijos y explotaciones agrícolas del término municipal de La Rinconada: en el cortijo de Casavaca pararon unos 350 trabajadores; en el Toril, 30; en Cabaña Nueva, 100; en Santa Cruz, 60; y en los Solares, 400. En Villaverde del Río y Burguillos estaban participando unos 300 en cada pueblo y Brenes alcanzaba la cifra de 500 obreros en huelga. En total notificaba que “unos 5.000 trabajadores de la zona del canal se habían abstenido de presentarse al trabajo y que las cuadrillas que salieron comenzaron a parar a partir de la 10 de la mañana”. Calculaba que “entre los que no salieron al trabajo y los que abandonaron la faena comenzada, se llega a una importante suma, que totaliza casi el número de temporeros reco-lectores (de algodón).” Una nota informativa del Gobierno Civil de Sevilla manifestaba que “no ha habido anormalidad laboral en la recogida del algodón” y que era incierto todo lo pu-blicado por El Correo de Andalucía. Solo admitía que 129 obreros de La Rinconada ha-bían dejado de trabajar (El Correo de Andalucía, 14.101970, p. 8 y 15.10.1970, p. 8).
El día 14, de acuerdo con la información de La Vanguardia Española (LVE), continuaba el desacuerdo entre los empresarios y los trabajadores de la recogida del algodón, pues los empresarios no estban dispuestos a dar más de 3 ptas. por kilo recogido (por debajo aún de lo estipulado en el Convenio Provincial). La noticia recogía, asimismo, retrasos en la recolección del algodón, principalmente en los municipios de La Rinconada, Brenes, Burguillos y Villaverde del Río, donde se puede suponer que la huelga había tenido mayor incidencia. La Delegación de Agricultura insinuaba que los agricultores modestos del al-godón tendrían que dejar de sembrarlo el próximo año ante las dificultades que estaban teniendo (LVE, 15.10.1970, p. 8).
Esta huelga, aunque no se consiguieran los objetivos económicos, tuvo una gran importancia al ser la primera gran huelga en el campo sevillano desde la II República. Pudo realizarse en 1970 gracias a la conjunción de condiciones objetivas y subjetivas, que no se habían dado antes: una coyuntura favorable, al ser uno de los años de menor superficie sembrada de algodón (la mitad, aproximadamente, que en 1965)1 y una total aceptación de la reivindicación principal (aumento del precio del kilo de algodón recogido), que había sido ampliamente popularizada desde varias temporadas atrás, así como el eco de los conflictos que se habían producido ese año, sobre todo las huelgas de la construcción, en las que bastantes trabajadores de los pueblos cercanos a Sevilla habían participado. Pero, sobre todo, por un trabajo continuado, perseverante y sin desmayo de los militantes comunistas, no sólo en durante este año, sino desde bastantes años anteriores, empeñados en organizar las CC.OO. en el campo, en los pueblos donde tenían una presencia cosolidada, pero sabiendo movilizar a los trabajadores de localidades cercanas. Por todo ello, los trabajadores vieron que era el momento, y el día señalado, preparado en total clandestinidad, como un solo hombre, comenzaron la huelga y al tercer día, con la misma disciplina, retornaron al trabajo.
La huelga de 1970 puso de manifiesto la capacidad de lucha sindical de los trabajadores del campo, y también el camino a seguir por las Comisiones Obreras del Campo, que poco a poco se consolidaban en toda la comarca. Fue una huelga, como dice Jean-Claude Cambessie, “moderna, a la imagen de las huelgas de la industria”. Su propósito era conseguir unas reivindicaciones económicas, propias de la lucha sindical por unas mejo-res condiciones de trabajo en la perspectiva de forzar un convenio colectivo. La lucha por la tierra pasaba a un segundo lugar, no siendo en ningún caso, salvo para los trabajadores más concienciados políticamente, el motor de la acción.
No obstante, tanto uno como otro medio de información, Realidad y La Voz del Campo Andaluz, insistían en la necesidad de potenciar las Comisiones Obreras Agrícolas y Campesinas y resaltaban la solidaridad de los campesinos (pequeños y medianos,según Reali-dad) con las reivindicaciones obreras, aunque algunos arrendatarios y pequeños agricul-tores mantuvieron una clara hostilidad a la huelga.
Durante la huelga fueron detenidos Manuel Mármol Quesada y Salvador Gutiérrez Chía, ambos vecinos de San José de la Rinconada. Ocurrió el 14 de octubre, segundo y último día de huelga, y estuvieron en la cárcel hasta el 4 de noviembre (21 días). Fueron acusados de un delito de coacciones por haber recorrido las fincas de Casavaca y Cabaña Nueva hablando a los trabajadores para que exigieran mayor retribución por kg. de algo-dón. La sentencia 135/1971 del TOP, dictada en Madrid el 12 de mayo los absolvía, por-que, según el Juez, “se limitaron a acompañar a los oradores”, pero tenían que presen-tarse todas las noches en el cuartel durante un mes.
En Brenes se produjeron, además, en 1970 importantes luchas contra el paro. Los obreros parados, tras reunirse en asamblea, realizaron concentraciones ante el Ayuntamiento y la Hermandad Local de Agricultores, así como manifestaciones de noche, en silencio, por las calles del pueblo, consiguiendo que el Alcalde, Francisco Arjona Plaza, se reuniese con los patronos de la localidad. Tras tres reuniones acordaron distribuir a los trabajadores entre ellos, según el número de hectáreas de cada uno, aunque no tengan trabajo. Fue un éxito, que recordaba a la II República, que era cuando se hacían cosas semejantes, creando las condiciones para que las Comisiones Obreras de Brenes fuesen un referente en la lucha por el trabajo y por unas mejores condiciones de trabajo. No fueron las únicas ac-ciones que se realizaron contra el paro en Brenes, pues según Juan Rodríguez Rodríguez, fueron muchas las veces que tuvo que verse con el Alcalde para dar soluciones al pro-blema, tras reuniones en la plaza (lugar de contratación), que era donde se fraguaban las acciones con la participación de todos los parados.
Y también en Brenes, en 1970, los jóvenes de las JJCC protagonizaron otras mani-festación, similar a la de 1968. Se distribuyeron en pequeños grupos de tres y a la señal convenida se fueron agrupando poco a poco hasta concentrarse todos en Cuatro Caminos coreando el lema de la manifestación: “Pan y trabajo”. Desde ese punto se dirigieron al Ayuntamiento. En cabeza de la manifestación iban algunos hijos de guardias civiles o municipales. Eso no impidió que al llegar a la plaza donde está el Ayuntamiento fuera di-suelta por la Guardia Civil sin que se produjeran detenciones.
El año 1970, que fue especialmente conflictivo al producirse más de 1.500 huelgas en toda España, terminó con el Proceso de Burgos, el Consejo de Guerra contra dieciséis mi-litantes de ETA (seis de ellos condenados a muerte y los demás a penas entre 70 y 12 años), y el Estado de Excepción, decretado por el Gobierno el 14 de diciembre de 1970 con una duración de seis meses, dadas las repercusiones nacionales e internacionales de dicho juicio, para poder reprimir con más libertad aún el antifranquismo y las movili-zaciones obreras y estudiantiles que se sucedían en España. Entre finales de dicho año y primeros meses del siguiente muchos comunistas sevillanos fueron detenidos, y será en ese ambiente represivo en el que se celebraron en mayo de 1971 las elecciones sindicales, que habían sido aplazadas una y otra vez. Desde 1966 no se habían vuelto a convocar y ahora se convocaban con la “novedad” de la nueva Ley Sindical ya en vigor.
Estas elecciones de 1971, a pesar de las condiciones adversas, supusieron un avance en la representación obrera para los militantes del PCE y un fortalecimiento de las CC.OO. de la Vega y otras comarcas sevillanas, aunque Francisco Megolla Rodríguez continuó siendo el presidente de la UTT de la COSA. En Brenes eligieron presidente de la UTT a Juan Rodríguez Rodríguez y como vicepresidente lo fue Francisco Magro Ortiz, y en Villaverde del Río Francisco Álvarez Asencio logró ser elegido y formar parte de la UTT de esa localidad, de la que será presidente en 1975, como culminación a su papel central en el desarrollo de la lucha antifranquista y en la lucha obrera, al frente de CC.OO. de su localidad.
En septiembre de 1971, el con objetivo de coordinar la acción en el campo sevillano, se produjo una reunión en Sevilla de las Comisiones Obreras Agrícolas y Campesinas de la Provincia. A la reunión asistieron delegados “de las comarcas de La Rinconada, Brenes, Dos Hermanas, Gerena, Fuentes de Andalucía y Morón”. Hicieron un breve análisis de los resultados electorales, mostrando satisfacción por los avances conseguidos. aunque constataban que “en algunos pueblos las Comisiones no han actuado de forma organizada y por lo tanto se han conquistado pocos puestos, aún siendo fuertes el número de obreros pertenecientes a Comisiones.” Señalaban que eso había pasado en Los Palacios y Fuentes de Andalucía. Reafirmaban, no obstante, el modo de operar de CC.OO.: utilización de los cauces legales y de los cargos sindicales, a la vez que potenciaban la participación directa de los traba-jadores en los tajos, en la plaza o en los mismos locales sindicales de las Hermandades y se organizaban las CC.OO. clandestinas como motor de la lucha en el campo. Animaban, asimismo, a confeccionar en cada pueblo o comarca su propio programa reivindicativo e impulsar acciones comarcales o provinciales en los momentos adecuados. Por último, ma-nifestaban su apoyo a las reivindicaciones de los pequeños campesinos y aparceros o arrendatarios. resaltando el problema de los lecheros de La Rinconada, a los que trataban de cerrarles sus vaquerías y apoyaban las Comisiones de La Rinconada.
La Voz del Campo Andaluz (noviembre de 1971, p. 2) informaba de acciones realizadas por obreros de Brenes en una finca con el fin de conseguir la jornada de 7 horas, algo normal ya en la mayoría de las fincas, pero que algunos agricultores se resistían a cum-plir. Ante la negativa del dueño, 70 trabajadores se declararon en huelga el 15 de octubre, manteniéndola hasta conseguir su objetivo. Asimismo, en en mismo mes, un grupo de jóvenes mujeres de Brenes, trabajadoras del campo, promovieron una importante acción contra un patrón que les estaba pagando por debajo de lo estipulado, “queriéndose apro-vechar de su condición de mujeres”. Se presentaron en el “Sindicato” y consiguieron que les reconociesen todos sus derechos, aunque algunas mujeres fueron despedidas.
También en Brenes, a finales de 1971, en una fábrica exportadora de naranjas que había cerca del arroyo El Bodegón de las Cañas, dependiente del Cortijo Casablanquilla, propiedad de José Gandía Giner, jóvenes breneros van a protagonizar un singular conflicto. En la fábrica lavaban, clasificaban y envasaban las naranjas, que eran exportadas, en avión, a Alemania. En estas faenas trabajaban unas 100 mujeres y unos 20 hombres, jóvenes, que tenían que cargar los camiones. Trabajaban de día y noche, de lunes a domingo. Llegó un momento en que ya no podían aguantar mas y les pidieron al empresario que les dejara libre el domingo para poder descansar y poder salir con sus novias o amigas. Pero llegó el domingo y les comunicaron que tenían que cargar cuatro camiones. Se negaron y se fueron a Brenes. Cuando el lunes volvieron al trabajo ya habían contratado a otros y ellos estaban despedidos. Fueron a Sevilla, al Vertical, y pusieron la correspondiente denuncia ante Magistratura del Trabajo. Todos los días, durante una semana, iban al lugar del trabajo y permanecían a las puertas de la fábrica para hacer visible el conflicto y como prueba de no aceptación del despido. Finalizada la semana, fueron llamados por el Delegado de Sindicatos en Brenes a una reunión en la que estaba presente el encargado de la empresa. Les comunicó que les iban a pagar los días no trabajados y que les daban trabajo en el campo, recogiendo naranjas. Toda una victoria obrera, que tuvo amplia repercusión en el pueblo y en toda la comarca, aunque sus protagonistas no pertenecían al PCE, ni a CC.OO.. Posteriormente, algunos de ellos, caso de Francisco Rosales Martínez, se afilia-ron a las JJ.CC. de Brenes.
En octubre de 1971 se celebró una reunión (clandestina, como todas) de la Coordi-nadora Regional andaluza, en la que analizaron la actividad de los cargos sindicales en la lucha de las CC.OO..AA y CC. Acordaron elaborar una ponencia para presentarla en la Coordinadora General de CC.OO. y una declaración contra las rentas abusivas de las tierras de los terratenientes a los campesinos arrendatarios, con el objetivo de que “luchen y sean ellos los que determinen lo que deben pagar por las tierras que cultivan”.
Como anticipo de la ponencia sobre la lucha contra el paro, en La Voz del Campo Anda-luz de noviembre de 1971 se analizaba y rechazaba la Orden Ministerial de 2 de octubre, que daba luz verde al llamado Empleo Comunitario, que había nacido como consecuencia del Decreto 2123/1971, de 23 de julio (BOE de 21 de septiembre), disponiendo su artículo 23 que, en sustitución de las prestaciones económicas por desempleo previstas en el Régimen General de la Seguridad Social, se otorgarán ayudas a los trabajadores por cuenta ajena del régimen Especial Agrario, preferentemente mediante la aplicación de fórmulas de em-pleo transitorio con carácter comunitario. Y es que el Gobierno había vuelto a dejar fuera a los obreros agrícolas del seguro de desempleo que ya hacía tiempo que tenían los traba-jadores de los demás sectores productivos. CC.OO. rechazó esta medida, pues no era un verdadero Seguro de Desempleo, tal como venía reivindicando, sino una “ayuda” que co-locaba a los trabajadores del campo en inferioridad de condiciones. Planteaba, asimismo, la necesidad de atacar las causas que originaban el paro, lo que exigía, de acuerdo a sus reivindicaciones máximas, una profunda Reforma Agraria, que pusiese los grandes lati-fundios irracionalmente cultivados o abandonados en manos de quienes los trabajaban, con ayudas económicas y técnicas del Estado. No obstante, llamaba a sacar experiencia de la lucha contra el paro, mantenida año tras año, puesto que “si hoy el Gobierno hace ver que se preocupa del paro en el campo es porque nuestra lucha le obliga a ello, pues le teme”, y a aprovechar todos los cauces “habidos y por haber”, incluso estas nuevas medidas “para hacer más fácil la movilización de los parados”, mediante asambleas en las Hermandades, donde se decida “lo mejor que se puede realizar en cada momento”, involucrando a todo el pueblo, incluido el cura-párroco.
El Empleo Comunitario dejaba libre de cargas a los empresarios agrícolas y tenía el objetivo de aminorar la conflictividad, pero a partir de 1971 los hombres y mujeres del PCE y de las CC.OO. del Campo pudieron ejercer un mayor control sobre los proyectos de obras y sobre los parados que debían realizarlas en cada pueblo, ya que, como novedad, en relación a lo que se hacía hasta entonces con los fondos para paliar el paro que dependían de los Gobiernos Civiles, los nuevos fondos corrían a cargo de la Mutualidad Nacional Agraria, interviniendo en su distribución la Comisión Provincial de Empleo con el asesoramiento técnico de la COSA y la colaboración de las Hermandades Sindicales Locales de Labradores y Ganaderos, que formulaban las propuestas para la realización de las obras, y las obras debían estar relacionadas con la agricultura de cada municipio. Esa colaboración de las Hermandades (el Sindicato Vertical) propició la participación y el control de los sindicalistas de CC.OO., que en esas fechas formaban parte de algunas de las UTT de las Hermandades, y la realización de nuevas acciones obreras, que consolidaban el sindicalismo de clase que representaba CC.OO. en los pueblos.
1. Si en 1965 la superficie sembrada de algodón en toda la Vega Media, en ambas márgenes del río Guadalquivir, superaba el 65% del total, en el año 1970 no llegaba al 35%, aunque después durante unos años aumentó.
(Continuará)
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