EL TIEMPO CIERRA LAS HERIDAS PERO DEJA LAS CICATRICES
PARA SIEMPRE
UNA VIDA MARCADA POR EL FUSILAMIENTO DE SU PADRE Y LA DIGNIDAD DE SU MADRE EN UNA POSGUERRA LLENA DE INJUSTICIAS Y PENURIAS
Aguas Santas Rubio Melero
nació un 27 de Mayo de 1928 en el seno de una humilde familia
trabajadora, más concretamente en la actual calle Cañaveral de
Villaverde del Río, siendo su padre José Rubio García,
hombre al cual no se le conocía más afición que la de cuidar de su
familia y, su madre, Aguas Santas Melero Navarrete, declarada
simpatizante del Partido Comunista, circunstancia ésta que
desencadenaría la injusta desgracia en la familia.
José, su padre, llevaba su casa,
como todos los obreros y campesinos de la época, más mal que bien.
Siendo jornalero como era, se ganaba un plus haciendo carbón y cisco
en un boliche situado en el corral de su casa y que luego su esposa
vendía por la calle.
En julio de 1936 los rumores sobre
la preparación de un golpe de Estado corría por la calles como el
fuego por la hierba seca. Falangistas y terratenientes se estaban
haciendo fuertes y preparaban de manera detallada las listas con los
nombres de los que iban a ser represaliados. Nada podía quedar a la
improvisación.
El 26 de julio la llamada “columna
de la muerte” hizo su entrada en Villaverde del Río proveniente de Brenes y tomó el pueblo sin ningún disparo. El gobierno
socialista del municipio pensó erróneamente que al no haber
cometido ningún delito de sangre nada les podía pasar, que, como la
misma derecha les había confirmado, no había nada que temer. Pronto
todas estas promesas se vinieron abajo y el Ayuntamiento en pleno fue
arrestado, para posteriormente ir a los domicilios de los militantes
de izquierda para hacer lo mismo con ellos.
Y en su
domicilio se encontraba José haciendo carbón cuando le advirtieron
de que venían a por él. A pesar de no tener filiación política se
ordenó su arresto por ser el esposo de una reconocida comunista, y
que por, como me cuenta Aguas Santas, no hacer más daño a la
familia, se lo llevaban a él para que a las dos pequeñas no les
faltara su madre. ¡Pérfida moral¡. Entre tanto a José le dio
tiempo para escapar, si bien llevaba a su espalda a sus
perseguidores. Primero salió corriendo hacia la zona del río
conocida como “los cañaverales”, desde donde llegó hasta
Cantillana para terminar siendo apresado en un cortijo que se llamaba la Lagunilla. Fué traído a Villaverde y encerrado junto al
alcalde y sus concejales en un corralón que existía en el lugar
donde hoy en día se encuentra la peña bética. Allí permanecieron
unos días hasta que los trasladaron a los sótanos del Ayuntamiento.
Todavía
hoy Aguas Santas recuerda entre lágrimas el día en que fue a
llevarle a su padre la última comida, y cómo éste sabía que
efectivamente así sería. Por eso le pidió que lo despidiera de
su madre y de su hija pequeña, que las quería mucho. Esa misma
noche él y otros veinte villaverderos, incluido entre ellos el Alcalde socialista del muncipio, fueron atados, arrojados a un camión y llevados a Alcalá del
Río donde fueron fusilados al alba el día 22 de agosto de 1936.
Tenía 37 años recién cumplidos.
La
guerra y posguerra fue muy difícil para todos, y más para una mujer
viuda y con dos bocas pequeñas que alimentar. Sin trabajo ni
esperanza en que lo hubiera y con el estigma de una militancia
perseguida y del asesinato de su marido a manos de los fascistas, se
hacía muy complicado sacar a su familia adelante. Es por ello por lo
que volvió a casarse e intentó iniciar una nueva vida. Recurrió al
estraperlo, a la venta en Sevilla de pajarillos, espárragos monteros
y demás artículos de cambalacheo.
Al poco
tiempo, comenta Aguas Santas, recibieron una carta del gobierno en la
que le proponen a su madre la posibilidad de que sus dos hijas entren
en un colegio internas para huérfanos de guerra, y ser educadas allí
en la más pura tradición católica y ser alejadas de las malas
influencias que su madre y su padre adoptivo les podían infligir.
Como se podía esperar, la madre la rechazó.
Más
tarde, y viendo la mala situación económica de su madre, Aguas
Santas comenzó los trámites para arreglar la pensión de viudedad,
pero cuando le preguntaron por la causa de la muerte de su padre ésta
respondió que fue fusilado. Entonces le comentaron que la única
manera de percibir la pensión era firmando un documento en el que
declaraban que su padre fue dado por desaparecido en la guerra. A
pesar de las dificultades económicas por las que estaban pasando,
ésta mujer la única respuesta que le dio al funcionario fue partir
los documentos en su cara.
Por lo
demás, poco más hay. En un ambiente hostil y dominado por el
terror, con la ausencia de tu padre aún fresca, su condición de
mujer en un régimen que sólo te reconocía tu papel de
subordinación al hombre y donde los “educadores” del nuevo
Estado nacionalcatólico no te quitaban ojo, la única salida era el
camuflaje, pasar desapercibidas para poder subsistir.
Hoy en
día Aguas Santas, con la perspectiva que te dan los años y la
distancia, dice que aquello pasó pero que no lo olvida, que tiene
muy presente aquellos hechos y que, a pesar de las apariencias
demócratas de la derecha actual, siguen siendo los mismos y que,
llegados al punto, lo volverían a hacer sin temblarles el pulso como
entonces.
PARA ELLA EL TIEMPO CIERRA LAS HERIDAS PERO DEJA LAS CICATRICES PARA SIEMPRE
PARA ELLA EL TIEMPO CIERRA LAS HERIDAS PERO DEJA LAS CICATRICES PARA SIEMPRE
Villaverde del Río, 2012
Enrique
Casas Rodríguez
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