lunes, 26 de febrero de 2018

UNA VIDA MARCADA POR EL ASESINATO DE SU PADRE Y LA DIGNIDAD DE SU MADRE EN UNA POSGUERRA LLENA DE PENURIAS


 EL TIEMPO CIERRA LAS HERIDAS PERO DEJA LAS CICATRICES 
PARA SIEMPRE

UNA VIDA MARCADA POR EL FUSILAMIENTO DE SU PADRE Y LA DIGNIDAD DE SU MADRE EN UNA POSGUERRA LLENA DE INJUSTICIAS Y PENURIAS

Aguas Santas Rubio Melero nació un 27 de Mayo de 1928 en el seno de una humilde familia trabajadora, más concretamente en la actual calle Cañaveral de Villaverde del Río, siendo su padre José Rubio García, hombre al cual no se le conocía más afición que la de cuidar de su familia y, su madre, Aguas Santas Melero Navarrete, declarada simpatizante del Partido Comunista, circunstancia ésta que desencadenaría la injusta desgracia en la familia.
José, su padre, llevaba su casa, como todos los obreros y campesinos de la época, más mal que bien. Siendo jornalero como era, se ganaba un plus haciendo carbón y cisco en un boliche situado en el corral de su casa y que luego su esposa vendía por la calle.
En julio de 1936 los rumores sobre la preparación de un golpe de Estado corría por la calles como el fuego por la hierba seca. Falangistas y terratenientes se estaban haciendo fuertes y preparaban de manera detallada las listas con los nombres de los que iban a ser represaliados. Nada podía quedar a la improvisación.
El 26 de julio la llamada “columna de la muerte” hizo su entrada en Villaverde del Río proveniente de Brenes y tomó el pueblo sin ningún disparo. El gobierno socialista del municipio pensó erróneamente que al no haber cometido ningún delito de sangre nada les podía pasar, que, como la misma derecha les había confirmado, no había nada que temer. Pronto todas estas promesas se vinieron abajo y el Ayuntamiento en pleno fue arrestado, para posteriormente ir a los domicilios de los militantes de izquierda para hacer lo mismo con ellos.
Y en su domicilio se encontraba José haciendo carbón cuando le advirtieron de que venían a por él. A pesar de no tener filiación política se ordenó su arresto por ser el esposo de una reconocida comunista, y que por, como me cuenta Aguas Santas, no hacer más daño a la familia, se lo llevaban a él para que a las dos pequeñas no les faltara su madre. ¡Pérfida moral¡. Entre tanto a José le dio tiempo para escapar, si bien llevaba a su espalda a sus perseguidores. Primero salió corriendo hacia la zona del río conocida como “los cañaverales”, desde donde llegó hasta Cantillana para terminar siendo apresado en un cortijo que se llamaba la Lagunilla. Fué traído a Villaverde y encerrado junto al alcalde y sus concejales en un corralón que existía en el lugar donde hoy en día se encuentra la peña bética. Allí permanecieron unos días hasta que los trasladaron a los sótanos del Ayuntamiento.

Todavía hoy Aguas Santas recuerda entre lágrimas el día en que fue a llevarle a su padre la última comida, y cómo éste sabía que efectivamente así sería. Por eso le pidió que lo despidiera de su madre y de su hija pequeña, que las quería mucho. Esa misma noche él y otros veinte villaverderos, incluido entre ellos el Alcalde socialista del muncipio, fueron atados, arrojados a un camión y llevados a Alcalá del Río donde fueron fusilados al alba el día 22 de agosto de 1936. Tenía 37 años recién cumplidos.

La guerra y posguerra fue muy difícil para todos, y más para una mujer viuda y con dos bocas pequeñas que alimentar. Sin trabajo ni esperanza en que lo hubiera y con el estigma de una militancia perseguida y del asesinato de su marido a manos de los fascistas, se hacía muy complicado sacar a su familia adelante. Es por ello por lo que volvió a casarse e intentó iniciar una nueva vida. Recurrió al estraperlo, a la venta en Sevilla de pajarillos, espárragos monteros y demás artículos de cambalacheo.

Al poco tiempo, comenta Aguas Santas, recibieron una carta del gobierno en la que le proponen a su madre la posibilidad de que sus dos hijas entren en un colegio internas para huérfanos de guerra, y ser educadas allí en la más pura tradición católica y ser alejadas de las malas influencias que su madre y su padre adoptivo les podían infligir. Como se podía esperar, la madre la rechazó.

Más tarde, y viendo la mala situación económica de su madre, Aguas Santas comenzó los trámites para arreglar la pensión de viudedad, pero cuando le preguntaron por la causa de la muerte de su padre ésta respondió que fue fusilado. Entonces le comentaron que la única manera de percibir la pensión era firmando un documento en el que declaraban que su padre fue dado por desaparecido en la guerra. A pesar de las dificultades económicas por las que estaban pasando, ésta mujer la única respuesta que le dio al funcionario fue partir los documentos en su cara.

Por lo demás, poco más hay. En un ambiente hostil y dominado por el terror, con la ausencia de tu padre aún fresca, su condición de mujer en un régimen que sólo te reconocía tu papel de subordinación al hombre y donde los “educadores” del nuevo Estado nacionalcatólico no te quitaban ojo, la única salida era el camuflaje, pasar desapercibidas para poder subsistir.

Hoy en día Aguas Santas, con la perspectiva que te dan los años y la distancia, dice que aquello pasó pero que no lo olvida, que tiene muy presente aquellos hechos y que, a pesar de las apariencias demócratas de la derecha actual, siguen siendo los mismos y que, llegados al punto, lo volverían a hacer sin temblarles el pulso como entonces.

PARA ELLA EL TIEMPO CIERRA LAS HERIDAS PERO DEJA LAS CICATRICES PARA SIEMPRE

Villaverde del Río, 2012
                                                                         Enrique Casas Rodríguez

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