EL CONTEXTO VIVIDO DURANTE LOS ÚLTIMOS QUINCE AÑOS DE LA DICTADURA
En los años sesenta todo parecía como si se tratara de otro mundo. Se dejaban atrás años de oscurantismo y de autarquía, tan querida por Franco. La televisión, el invento mágico, ya había llegado a los pueblos. Nadie la veía aún, salvo algunos privilegiados, pero ya nada sería igual. Era la imagen de la modernidad, de que algo estaba cambiando. España se adentraba por la senda de la industrialización de forma desigual, porque por el sur de la España de Franco no daba para comer, apenas se notaba, sobre todo en los pueblos. Sin embargo, pronto llegarían los ecos del turismo, el nuevo maná que caía sobre España, y, eso sí, el ajetreo, muy visible, en las estaciones del ferrocarril con las maletas de cartón o de madera para los largos viajes a Alemania, Francia, Bélgica o Suiza. Daba igual, lo importante era salir a un mundo nuevo lleno de promesas, donde encontrar lo que el franquismo les había negado a los trabajadores del campo durante los veinte años anteriores y respirar algo de libertad, que compensara, a su vez, los sufrimientos, fatigas, penurias y desprecios e insultos vividos en te-rritorios extraños, que los acogía porque los necesitaba.
La segunda etapa de la dictadura franquista, de 1960 a 1975, se distinguirá por el desarrollo económico, el cual no evitará crisis y fluctuaciones en el transcurso de esos años y que sus años finales sean de nuevo de profunda y larga crisis económica y política, que dieron por finalizada la dictadura de Franco. Es indudable, que los sesenta fueron los años del desarro-llismo, del llamado “milagro español”, que poco tenía de milagroso, si tenemos en cuenta: primero, llegó con bastante retraso y de la mano de EE.UU. antes y después del Plan de Esta-bilización de 1959, tras la crisis de 1958, que provocó un elevado e injusto coste pagado por los trabajadores, mientras los bancos, se aseguraban su futuro; segundo, se produjo en un con-texto de acusado desarrollo económico internacional; y tercero, se pudo realizar por la conjun-ción de tres factores claves (los tres pilares del desarrollo español): el turismo, las remesas de los emigrantes y las inversiones extranjeras, especialmente de las grandes multinacionales.
Ese desarrollo industrial llegará hasta la agricultura, produciéndose la transformación defi-nitiva de la agricultura tradicional en una agricultura moderna, preparada paso a paso en las décadas anteriores, cuyo elemento mas visible fue la mecanización del campo, que supuso la sustitución de 6,6 trabajadores y 3,6 animales por cada tractor introducido y la utilización de fertilizantes químicos y productos fitosanitarios.
La emigración masiva a los países europeos y regiones industrializadas de España, con-secuencia directa de la mecanización de la agricultura, fue el fenómeno social y laboral más importante de los años sesenta y principios de los setenta. Andalucía y otras regiones españolas proporcionaron al proceso de industrialización nacional, centrado en pocas á-reas geográficas, y al desarrollo de algunas naciones europeas, el número necesario de trabajadores, que eran expulsados del campo, a la vez contribuían con sus remesas al de-sarrollo industrial de España y crearán riqueza en España y en países europeos donde en-contraron trabajo. Entre 1951 y 1975 salieron de Andalucía 1.892.890 personas, de ellas 1.296.290 lo hicieron entre 1961 y 1975. De la provincia de Sevilla salieron 222.330 hombres y mujeres del mundo rural, de los que un número importante eran de la Vega del Guadalquivir. Y todo ello, en un momento de aumento del trabajo en esta comarca por el predominio del algodón en sus tierras. Sevilla será la primera provincia algodonera, en superficie y producción, de Andalucía y de España. Atrajo a la Vega a muchos traba-jadores de los pueblos de la Sierra Sur y de la Campiña sevillana. El trabajo del algodón provocó muchas movilizaciones obreras para llegar a cobrar 5 ptas./kilo, pues en 1962 solo pagaban 0,5. Lo mismo ocurrió con la realidad de paro estacional en varios mo-mentos del año, una lacra permanente en el campo, sufrida por miles de trabajadores y trabajadoras, que sin ningún seguro de desempleo, dependían del dinero que llegaba para obras públicas en los pueblos. Esas movilizaciones permitieron el desarrollo del nuevo sindicalismo de las Comisiones Obreras en esta comarca.
Otra característica, propia del dinamismo que comienza a vivir la sociedad española, fue la creación por la juventud de espacios de libertad en sus pueblos, al ser el sector más in-fluenciado por todo lo que ocurría en el mundo, por la música, los bailes, la televisión y otros estímulos culturales, sin olvidar el impacto del turismo y la emigración. En todos los pueblo se produjeron iniciativas de clubs juveniles, de carácter cultural o recreativo, tele-clubs o nuevas asociaciones, así como la aparición de conjuntos musicales locales y algún grupo de teatro, que contó con la participaron activa militantes de las Juventudes Comu-nistas y de otras organizaciones. También, como actividad de jóvenes y mayores, sur-gieron las casetas de feria en algunos pueblos, superando dificultades y prohibiciones.
Una realidad que no cambió fue la represión política y social, que estuvo siempre pre-sente. La década de los sesenta comenzó con la gran redada de julio de 1960, que abarcó desde Peñaflor hasta Utrera y las Cabezas de San Juan, de margen izquierda del río, cuan-do organizaban el Comité provincial del Campo con la presencia del Julián Grimau (Alfonso), que huyó al comenzar las detenciones. Fueron detenidos 140 militantes comu-nistas, de los cuales 34 vivían en la Vega. El 26 de mayo de 1961, el Juzgado Especial Na-cional de Actividades Extremistas celebró Consejo de Guerra contra 31 de los detenidos. Reci-bieron condenas entre 10 meses y 15 años de cárcel. Los 11 miembros de los comités locales de Alcalá del Río, Brenes, San José de la Rinconada y Villaverde del Río fueron condenados a penas de seis o siete años de prisión, cumpliendo tres en la Prisión de Cáceres.
Hubo muchos hechos significativos de la represión. De ellos, destaco: la ejecución de Julián Grimau García el 20 de abril de 1963, después de un juicio plagado de irregu-laridades, sin pruebas sobre los supuestos crímenes que le acusaba, y una sentencia ratifi-cada por el Consejo de Ministros, en el que estaba Manuel Fraga, el promotor de la nueva Ley de Prensa, que era una continuación de la represión de la libertad de expresión, aunque la la censura fuese a posteriori; la creación en 1963 del TOP, que condenó a más de 10.000 hombres y mujeres (obreros y estudiantes), entre 1964 y 1977, en 4.000 sentencias; el asesinato por la policía del estudiante Enrique Ruano en Madrid; la vuelta a es-tar bajo jurisdicción militar las reuniones, las huelgas y las manifestaciones; los seis esta-dos de excepción entre 1968 y 1975 con su secuela de detenciones, juicios y sentencias; el Proceso 1001 contra dirigentes sindicalistas de CC.OO; y las últimas ejecuciones de la dictadura en 1974 y 1975, sin oír las protestas que hubo en Espala y en extranjero, ni la pe-tición de clemencia del papa Pablo VI o de la ONU.
A pesar de todo, fueron años de cambios, que auguraban un nuevo futuro. El desarrollo económico, con todas sus consecuencias, provocó que aflorarán las contradicciones de la dic-tadura, dando paso a una nueva y dinámica sociedad, cuyas exigencias, expresadas cada vez más abiertamente desde todos los ámbitos posibles (obrero, estudiantil, vecinal, cultural, po-lítico), desbordaban el marco represivo construido desde la sublevación militar fascista desde 1936, con sus adaptaciones, que seguirán ensayando a lo largo de los sesenta y primeros años de los setenta, pero que no impedirán la extensión del antifranquismo organizado y el ascenso del sindicalismo, de carácter unitario, que representaba CC.OO.
Autor:RAMÓN BARRAGÁN REINA
LIBRO: ANTIFRANQUISMO Y LUCHA OBRERA EN LA VEGA MEDIA DEL GUADALQUIVIR 1960-1975 (2024), páginas 5 y 6
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