En 1969, se reprodujo el conflicto en la fábrica de aderezo de aceitunas de verdeo de Cartuja (San José de la Rinconada) cuando las trabajadoras comprobaron que no tenían derecho al cobro del seguro de desempleo, en vigor desde 1961. Las acciones se desarrollaron fuera de las instalaciones de la empresa. Más de cien mujeres (moviéndose en pequeños grupos), según Manuela Castillo López, que también participó activamente en la acción, fueron a las oficinas de la empresa, que se encontraban en un edificio frente al Prado de San Sebastián, en Sevilla. Lograron entrevistarse con el gerente de “Aderezos de Verdeo”, el cual les dijo que no tenían derecho, pero que podían dirigirse al Sindicato del Olivo. Marcharon al Sindicato, comprobando que el gerente ya había llamado a los mandos sindicales, pues no les echaron cuenta. Se rieron de ellas. Volvieron a las oficinas, logrando entrar, aunque el portero había recibido la orden de prohibirles la entrada. Esta vez la reunión con el gerente fue tumultuosa y a voces, no era para menos, consiguiendo que en una segunda visita al Sindicato Vertical del Olivo les atendieran, escucharan sus reivindicaciones y les pidieron una lista de las mujeres afectadas, con todos sus datos. Así lo hicieron. Tres meses después un tercio de la plantilla recibió indemnizaciones entre 10.000 y 80.000 ptas. por persona. Las demás, que eran la mayoría, no recibieron nada. Dijeron que no tenían derecho, pues estaban trabajando todo el año, lo cual no era cierto. El problema era otro: no estaban dadas de alta en la S. Social, aunque meses después sí lo consiguieron. En 1972 cerraron la fábrica.
En el otoño de 1969, coincidiendo con la recogida del algodón, se produjeron nuevas acciones obreras en Brenes, La Rinconada y Cantillana, lo cual no significa que no las hu-biese en otros municipios, pues en Villaverde del Río existía un activo núcleo del PCE, muy unido a la lucha en el campo, y contaba con enlaces sindicales en la Hermandad Local de Labradores. Previamente a estas acciones se habían realizado algunas reuniones clandestinas preparatorias. En los primeros días de agosto se reunió en Madrid la Primera Coordinadora General de las Comisiones Campesinas, en la que marcaron las directrices y reivindicaciones a plantear en el campo español. Fueron concretadas por las Comisiones Obreras del Campo de la Provincia de Sevilla en 300 ptas. diarias con jornada de 7 horas para la cogida de la aceituna de verdeo y en 5 ptas. por kilo de algodón para la primera cogida. Además, otras que incidían en la lucha contra el paro: la potenciación de los cultivos sociales y la aplicación de la ley de fincas manifiestamente mejorables.
Para desarrollar la acción, se celebraron reuniones en La Rinconada y Brenes de la Coordinadora del Campo de Sevilla. En la Vega Media la reunión preparatoria se celebró, con la asistencia de Eduardo Saborido y Fernando Soto, en la Ermita de Ntra. Sra. de Aguas Santas de Villaverde del Río. También se celebró otra reunión de jóvenes comunistas de Cantillana, Brenes y San José de la Rinconada en los pinares de la carretera Brenes-Mairena del Álcor, a la que asistió José Navarro Escudero para potenciar las acciones de aquel año en el campo.
Con estos antecedentes, en Brenes, el 10 de septiembre, los obreros agrícolas se concentraron ante las puertas del “Sindicato”, habiendo invitado previamente el presidente de la Sección Social de la Hermandad de Labradores para presentarle las reivindicaciones acordadas. No se presentó y, además, cerraron las puertas del “Sindicato”. Fueron a buscarlo, pero se negó nuevamente. Los obreros, entonces, se manifestaron por el pueblo entregando a los vecinos el llamamiento de las Comisiones Obreras Agrícolas, en el que se pedía para la recogida del algodón 5 ptas/kg. y para la aceituna de verdeo 300 ptas. dia-rias y 7 horas de trabajo. El pueblo acogió muy favorablemente la acción y las propuestas, pero la Guardia Civil detuvo a cuatro obreros, llevándolos al cuartelillo, donde lo estuvieron interrogando hasta el amanecer. Los detenidos fueron Manuel Guerra Lobo, José Canelo Ruiz, José Miguel Haro Paredes y José Rincón Rodríguez. Según Rincón, estu-vieron tres días en el cuartelillo, siendo maltratados, advertidos y amenazados por los guardias civiles, pero en el pueblo se produjeron numerosas muestras de solidaridad con los detenidos.
Días después consiguieron poder celebrar una asamblea. “Como los trabajadores con-centrados en número de 400, no cabían en en la Hermandad, el Alcalde les cedió otro lo-cal para celebrarla”, afirma La Voz del Campo Andaluz (Noviembre-Diciembre 1969). De esta forma pudieron abordar todos los problemas, así como hacerles ver a las auto-ridad la necesidad de reunirse en la Hermandad todas las semanas o lo seguirían haciendo en la plaza del pueblo, tal como venían haciendo. Con estas acciones los traba-jadores de Brenes, dirigidos por la Comisión Obrera del pueblo, consiguieron que el algo-dón se cogiese a 6 ptas/kg, “una peseta más de lo propuesto por la Comisión Provincial del Campo.”
El llamamiento de las Comisiones Obreras del Campo fue secundado igualmente en otros municipios. En Cantillana, dirigidas, según la prensa clandestina, por la Comisión de Obreros Agrícolas y Campesinos, se celebraron asambleas en el centro del pueblo, en la Plaza del Llano. A partir de ellas se fueron levantando cuadrillas, sabiendo aunar a los trabajadores del pueblo y a los que habían llegado a la recogida del algodón de otras localidades sevillanas, “orientándoles e informándoles de nuestras peticiones y planteamientos”, alcanzándose, nos dice La Voz del Campo Andaluz, un alto grado de solidaridad y resaltando la actitud de los trabajadores procedentes de Martín de la Jara y de Bornos. Consiguieron que los agricultores pagasen el kilo de algodón recogido a 6 o 7 ptas. Las acciones realizadas no pasaron desapercibidas para los guardias civiles, que impusieron una mayor vigilancia, dificultando los movimientos de los miembros de las CC.OO. y del PCE y las posibles asambleas a realizar, y llamando a algunos jóvenes al Cuartel para ser interrogados. El temor a que se produjesen detenciones llevó a algunos a ausentarse del pue-blo. José Barragán se fue a Málaga para continuar sus estudios y la lucha contra la dicta-dura y Francisco Moreno, Paquirri, después de haber sido interrogado en el cuartel, centró su actividad en Sevilla, en CASA, la empresa en la que comenzó a trabajar. Yo también fui llamado al cuartel, donde me interrogaron y amenazaron. Menos mal que no registraron la escuela nocturna del Convento, como tenían previsto, pues en un armario había propaganda de CC.OO. A a partir de 1970, fuera ya de Cantillana, formé parte de la HOAC y de las Comisiones de la Enseñanza, como organización clandestina de CC.OO.
También, los rinconeros, empeñados en la creación y desarrollo de las Comisiones Obreras de la localidad, planificaron las acciones a realizar para conseguir que las cuadrillas de obreros parasen. No lo consiguieron del todo, pero dieron un importante paso en la organización, tal como se pudo ver en la campaña del algodón del año siguiente.
Un conflicto muy importante en San José de la Rinconada en 1969, se produjo cuando estaban construyendo los pisos de la Bda. La Paz. Duró un mes (del 23 de septiembre al 22 de octubre de dicho año). Las obras las realizaba la empresa Colomina G. Serrano y había trabajando 300 obreros. Muchos lo eran de la misma localidad y de pueblos de la comarca (La Algaba, Brenes, Villaverde del Río y Alcalá del Río). Era costumbre de la empresa completar el sueldo legal con una gratificación, por lo que los peones cobraban un mínimo de 1.064 ptas a la semana, pues la gratificación era de 50 ptas. diarias. El Convenio de la Construcción determinó una subida salarial del 7,85% (de 102 a 110 ptas/día) que el empresario absorbió con la gratificación, por lo que no hubo subida y no repercutió en la paga semanal. Ante esa situación, los obreros el día 23 de septiembre, después de una asamblea a las ocho de la mañana, se declararon en huelga, que mantuvieron al día siguiente, mientras los enlaces sindicales negociaban en Madrid. La empresa aceptó la subida y los trabajadores, en asamblea, decidieron reanudar al trabajo. Esperaron pacientemente el cumplimiento de lo acordado, pero la empresa no lo cumplió, dejándoles, además, de pagar las 17 pesetas diarias en concepto de ayuda de estudios, recogida en el convenio. Por ello, la huelga se repitió el 14 de octubre, después de comprobar los representantes sindicales, desplazados de nuevo a Madrid, la negativa de la empresa a cumplirlos.
La Guardia Civil hizo acto presencia, como era habitual, y procedió al desalojo de los trabajadores del centro de las obras, donde estaban concentrados. Estos decidieron encerrarse en la Iglesia San José, la única existente entonces, pero D. Francisco Sousa, párroco en aquellos momentos, había cerrado la puerta, por lo que no pudieron acceder al templo. Desde allí marcharon hacia el Convento de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, de la calle Conde de Benjumea (ahora, Los Carteros), con la intención de encerrarse en él. Las monjas abrieron las puertas y la capilla se llenó de trabajadores. Eran unos 300. Desde el primer momento del encierro se organizó una red de solidaridad en San José, en la que participaron activamente las mujeres de los encerrados y jóvenes de las Juventudes Comunistas, canalizando las ayudas recibidas del pueblo y de la provincia, para que no les faltara nada. Las monjas tuvieron un excelente comportamiento en todo momento.
A partir del encierro (reclusión voluntaria, según la prensa) comenzaron las negociaciones en Sevilla, con el apoyo de Manuel Muñoz Cortina, presidente de la Sección Social del Sindicato de la Construcción, y de su vicepresidente Eugenio López Sánchez, militante de CC.OO., y las entrevistas con algunas autoridades. Se reunieron con el Alcalde de La Rinconada, José Jiménez López, que les prometió una pronta solución, y fueron recibidos por D. Antonio Montero, obispo auxiliar, que les permitió que estuviesen en el Convento el tiempo que fuese necesario, les manifestó su apoyo y su intención de intercesión ante la empresa. A raíz de esta entrevista, el cura-párraco de San José les llamó para justificarse y ofrecerse a hacer las gestiones que fuesen necesarias, y habló con el cardenal Bueno Monreal, el cual se comunicó con los obreros encerrados. A la vez que se produ-cían estas entrevistas y gestiones, los 150 trabajadores de Entrecanales y Tábora (sección de la fábrica de tubos) realizaron una asamblea en el comedor el día 17 y llevaron a cabo cinco minutos de silencio en solidaridad con los encerrados en el convento. Procedieron a recoger dinero para ellos.
La empresa respondió rompiendo el dialogo y procediendo al despido de toda la plantilla propia (250 trabajadores), pues los otros 50 pertenecían a una contrata. No obstante, los trabajadores se reafirmaron en su actitud de no abandonar el encierro hasta que les pagasen todo lo que les debían según convenio, regularizasen sus salarios y anulasen los despidos. Era ya el 18 de octubre, llevaban ya cuatro noches durmiendo en el suelo y no se veían soluciones.
El día 19 Manuel Muñoz Cortina y cuatro enlaces sindicales de la empresa, acom-pañados de José Carballo, abogado del Sindicato Provincial, se trasladaron a Madrid con la intención de negociar directamente con los representantes de la empresa en la capital de España. Allí contaron con el apoyo de Santiago Álvarez Abellán, presidente del Sindicato Nacional de la Construcción. La negociación se produjo el lunes, día 20. Al final, la empresa aceptó las reivindicaciones obreras: readmisión de todos, dejando sin efecto las notificaciones de despido, con el compromiso de no adoptar represalias; respeto a la totalidad de los derechos adquiridos, según Convenio Colectivo; consignación en la hoja de salario de todos los conceptos para evitar “situaciones de desorientación”; abono de las 17 ptas. de ayuda al estudio desde julio, creando una comisión mixta de verificación; pago del plus de distancia, etc. El acuerdo, firmado en acta, incluyó el pago de cuatro de los ocho días de encierro, aunque en realidad fueron abonados los ocho días, pues los trabajadores se comprometieron a recuperar las horas perdidas. El día 21 los negociadores dieron cuenta a la asamblea, reunida en los locales del Sindicato Vertical de La Rinco-nada, una vez abandonado el encierro. Tras la asamblea, se produjo de forma espontánea una concentración a la puerta del Sindicato, que en este caso era de satisfacción y alegría por los acuerdos alcanzados.
Eugenio López les entregó 50.000 ptas. de los trabajadores de Entrecanales y Tábora y otras empresas. Gracias a ese dinero pudieron pagar todos los gastos y darle a las monjas 25.000 ptas. para arreglos y limpieza. También La Voz del Campo Andaluz (nº 3) se solidarizó con ellos y les envió un saludo fraternal, pues “sabemos que entre ellos hay muchos obreros agrícolas, que han llevado a esa justa acción la experiencia de luchar por sus derechos.” Las acciones fueron encabezadas en todo momento por una comisión obre-ra, formada por los enlaces sindicales de la empresa, elegidos previamente: Rafael Gómez León, Juan Saavedra Sánchez (Pancho), Antonio Marín Ruiz (Antonio el Largo), Manuel Ríos Carrasco, José Guindo, Manuel Espinosa Durán y Alejandro Jareño Quiñonero. Los dos últimos eran vecinos de Brenes. En todo momento, tal como resalta un informe po-lítico provincial de 1970, actuaron de acuerdo a las decisiones tomadas en asamblea y supieron conjugar los cauces legales del Sindicato Vertical con las acciones extralegales (asambleas, huelgas, encierro), tal como proponía CC.OO., a la vez que unían juventud y veteranía en la composición de la comisión obrera.
(Continuará)