domingo, 13 de abril de 2025

SEGUNDA PARTE LA ACCIÓN OBRERA Y ANTIFRANQUISTA EN LOS PUEBLOS DE LA VEGA MEDIA Y EMPRESAS SEVILLANAS (3)

 En Cantillana, un grupo de jóvenes de las JJCC, con la colaboración de Paco Gumersin­da y Bernardo Muñoz, militantes mayores del PCE, organizaron una manifestación de tra­bajadores que llegó desde el Llano hasta la puerta del Alcalde. El motivo fue el rumor de que no había dinero para las obras que el Ayuntamiento tenía que realizar para paliar el paro. Paco Gumersinda era en aquellos momentos concejal del Ayuntamiento y miembro de la Sección Social del “Sindicato”, informó a los trabajadores y se dirigieron hacia la casa del Alcalde y al Ayuntamiento, que estaban en la misma calle. El Alcalde, Jesús Pé-rez Pueyo, les manifestó que no había dinero, pero al ver tanta gente, aceptó que siguieran trabajando.

El 30 de abril de 1968, en Brenes, 200 jóvenes se manifestaron desde Cuatro Caminos, que fue el punto de concentración, por varias calles del pueblo, con el objetivo de llegar hasta el Ayuntamiento y entrevistarse con el Alcalde. Los motivos fueron la falta de cen­tros educativos suficientes para todos y centros recreativos para los jóvenes. Antes de lle­gar al Ayuntamiento fueron disueltos por la Guardia Civil y los guardias municipales. que estaban haciendo en el Llano en 1968 La calle Buenavista (Capitán Briones) se llenó de obreros y algunos llegaban hasta la puerta del Ayuntamiento, según recuerdan los que participaron en esta acción.

En septiembre de 1968, en el municipio de La Rinconada y en San José, se producirán acciones y los sucesos represivos de profunda significación y repercusión en toda la comarca y la pro­vincia. La Comisión Obrera Agrícola de Rinconada, que ya tenía cierta experiencia en llevar a cabo acciones en el campo, además de presentar la plataforma reivindicativa en la Sección Social de la Hermandad y convertirla en proyecto de Convenio Colectivo, realizó una serie de asambleas para darlo a conocer a los trabajadores y preparar la negociación del Convenio. Estas asambleas tuvieron que hacerlas fuera de los locales de la Herman­dad, “el Sindicato”, pues negaban a los trabajadores el derecho a reunirse en los locales sindicales. La primera asamblea, celebrada el 6 de septiembre, la realizaron en la Vereda de los Solares, a la luz pública, tal como era la práctica de CC.OO.. Asistieron unas 300 o 400 personas (hombres, mujeres y niños, pues ellos “también trabajaban en las duras faenas agrícolas”). Acordaron “pedir 250 ptas. de salario mínimo”, puesto que en la pro-puesta del año anterior se había quedado en 150 ptas. para los eventuales (la mayoría de los obreros agrícolas) y 5 ptas. por kilo de algodón recogido. La asamblea transcurrió en un ambiente emotivo y caluroso, de pleno éxito; se aplaudió a los que hablaban y se extendió por todas las chozas la determinación de defender el salario mínimo acordado para las las reco-lecciones de algodón y aceituna”. No obstante, aquella misma noche la Guardia Civil citó a algunos trabajadores para interrogarlos y amenazarlos, durante dos horas antes de dejar-los volver a sus casas.

El día 7, a pesar de las advertencias represoras, celebraron asambleas en la Estación de la Barriada de San José y en el centro del pueblo de La Rinconada, a las que asistieron más de 150 trabajadores, sumándose a ellos los que iban pasando cerca del lugar. En ellas, no hubo “interferencias” de los guardias civiles, y se ratificaron los acuerdos del día an-terior.

El lunes, día 9, para continuar el proceso de información a los trabajadores del munici­pio y de otros lugares, decidieron reunirse en la puerta del “Sindicato”, en La Rinconada. Cuando apenas había 25 o 30 trabajadores hicieron su aparición los guardias civiles, me-tralleta en mano, disparando al aire. Los pusieron contra la pared como si fueran delincuentes y detuvieron a cuatro trabajadores: José García Mallén (vocal de la Sección Social de la Hermandad), Juan Cortés Muñoz (Juanillo el de la Patro), José Vega Carrero (Pepillo el Feo), y Andrés Serrano Agudo, calificados de agitadores comunistas por (ABC Sevilla, 11/09/1968, pp. 43-44). Los demás se dispersaron dando cuenta de lo ocu-rrido a otros vecinos y trabajadores, mientras los detenidos eran trasladados al Cuartel de la G. Civil, a las afueras de San José.

Ante los hechos, el Comité Local del PCE decidió convocar una concentración-asam­blea a las diez de la noche en la esquina de la calle San José con calle Toledo para in­formar y marchar en manifestación hacia el cuartel con un solo objetivo: conseguir la li­bertad de los detenidos. Toda la militancia comunista, especialmente los jóvenes, se pu­sieron manos a la obra y de los tres núcleos organizativos (la Vereda, La Rinconada y San José) acudieron militantes y simpatizantes a la cita, realizándose de tal forma que ni las autoridades locales, ni las fuerzas del orden se enteraron de nada... Muchos entraron y sa­lieron del cine, que tuvo aquella noche una afluencia mucho mayor que otras, para no le­vantar sospechas y tener una coartada en caso de detenciones. Los jóvenes comunistas de La Rinconada recorrieron a pie los tres kilómetros y medio que separa a las dos localida­des del municipio para unirse a la manifestación.

Desde el lugar de la concentración, entre las once y las doce de la noche, iniciaron la marcha más de 200 personas (hombres, mujeres y niños) hacia el cuartel en manifestación pacífica y silenciosa.En el silencio de la noche se oía el rastrear de los centenares de zapatos de personas las caras llenas de indignación”. A ellos se unió Rosario Zambrana Guerrero, mujer de José García Mallén, que volvía del Cuartel con su hija menor. Había intentado ver a su marido, pero habían sido recibidas con malos modos y tratadas de forma inco-rrecta. No había podido hacer nada.

Los manifestantes al llegar cerca del cuartel prorrumpieron gritos de “¡Libertad! ¡Li­bertad para los detenidos!” La Guardia Civil, bastante nerviosa, ante la petición de los manifestantes, se negó a dejarlos en libertad. El dialogo no era posible. Todos permane­cieron en su sitio, frente al cuartel, pero los fusiles hicieron su aparición en la oscuridad de la noche. Salieron de la Casa-Cuartel el Comandante de Puesto y tres guardia civiles con sus correspondiente armamento, y se dirigieron a los manifestantes conminándoles a disolver la manifestación y a que se fueran de allí. No se movieron. Se produjeron unos disparos intimidatorios al aire. Nadie se movió. Entonces, el sargento, que era el Coman-dante de Puesto, avanzó sobre los manifestantes, acercando excesivamente su arma a la pierna de José Anaya Ramírez, que se encontraba en primera fila, disparó y la bala atra-vesó la rodilla izquierda (dijeron que había sido una bala rebotada). Otra bala (perdida, como siempre) hirió en un brazo a Antonio Espinar Álvarez. José Anaya, tras forcejeo de los manifestantes con los guardias civiles, fue recogido, según su testimonio, por dos compañeros, Lázaro Fernández Rodríguez, sin saber que sus hermanos Rafael y Manuel habían sido detenidos, y Miguel Gómez Orellana, los cuales volvieron con él al Barrio y junto al Bar la Ferroviaria, frente a la Cañamera, lo subieron al taxi de José Ardoy Guerra, que lo llevó al Hospital de las Cinco Llagas, aunque después lo trasladaron a la Resi-dencia García Morato. Cuando recobró el conocimiento, después de ser operado, tenía dos policías de escolta. Antonio Espinar fue curado posteriormente, de forma clandestina y durante algunos días, por Antonio Rodríguez Jiménez, maestro del Grupo Escolar Mixto de San José de la Rinconada, que también ejercía de practicante, por razones humanita-rias.

Frente al Cuartel la temperatura subió unos grados: “La cólera de los trabajadores esta­lló ante la monstruosidad de los guardias. Querían lincharlos y les gritaron cientos de veces ¡Asesinos!, ¡Criminales!” Calmados los ánimos, gracias a la intervención de algunos compañeros, los manifestantes “volvieron al pueblo en medio de una gran expectación, al oír los tiros y gritos. Era la una de la madrugada.” Al pasar delante de la Cañamera (Montecarlo), sede social de los agricultores, estos cerraron las puertas y los manifestantes “la rodearon, gritándoles y tirando sillas y piedras”. No dejaron de corear una y otra vez: ¡Libertad para los dete-nidos! Se dirigieron a la casa del maestro José Pascual Domínguez, Teniente Alcalde, para exigirle que intercediera en favor de los detenidos. Mientras una comisión hablaba con él, apareció la Guardia Civil, reforzada con varios coches llegados desde Sevilla. Se oyeron tiros y la desbandada fue general. Los guardias civiles lograron detener a diez hombres, que fueron llevados a las dependencias policiales en Sevilla y posteriormente a la cárcel provincial, a La Ranilla. Los diez detenidos en la Carretera Bética y calles cercanas fueron: Carmelo Acuña Mendía, Avelino Bernal Hacha, José Chica Hernández, Miguel Espinar Álvarez, Manuel y Rafael Fernández Rodríguez (Pataleto), Antonio Rodríguez Fernández (Trigo), Juan Martín Albarrán (Juanillo Cervezas), Adrián Maya Maya y Gre-gorio Rica Castro. Se dio la circunstancia que Juanillo Martín no había estado en la mani-festación, llegaba de Alcalá del Río de ver a su novia, y no pertenecía al PCE, al igual que Manuel Fernández y Gregorio Rica.

Aquella misma noche, después de la manifestación, llegaron al cuartel policías de la BPS para interrogarles. Fueron trasladados al Cuartel de la G. Civil de la calle Oriente (la Calzada). Estuvieron en un cuarto pequeño, que sólo tenía un ventanuco y le dieron un bocadillo a las cinco de la tarde. Los fotografiaron, con su correspondiente número, como a cualquier delincuente. Estuvieron unas doce horas, siendo enviados a la Prisión Provin­cial, donde los encerraron en celdas individuales. En total, 24 días en la cárcel, y salieron sin cargos. Un día llegó el Director de la Prisión y les dijo que estaban en libertad sin más, a pesar de que habían hecho el correspondiente atestado dentro de la jurisdicción militar, porque había habido disparos. También fueron puestos en libertad sin cargos todos los demás (los que fueron detenidos tras la manifestación), excepto Manuel Fernández Ro-dríguez que estuvo un día más y fue procesado ante el temor de éste denunciara a la Guardia Civil por malos tratos: en los interrogatorios, tras ser detenido, a las esposas, que le pusieron, le aplicaron electricidad, por lo que se le ennegrecieron sus manos. Los torturadores se asustaron y llamaron a un médico. Su juicio, al que me referiré más adelante, se celebró un año después, Con él fue juzgado Florindo García Castillo, que es­tuvo en la manifestación, pero se marchó a Dos Hermanas. Cuando volvió, a los dos me­ses, fue llamado a declarar, siendo entonces procesado.

Al día siguiente, 10 de septiembre, Rosario Zambrana vuelve al Cuartel, acompañada de su hija mayor y de otras mujeres. Entre ellas, Carmen Fernández Rodríguez, mujer de José Vega, Pepillo el Feo, y hermana de Manuel y Rafael Fernández (Pataleto) también detenidos. Los guardias civiles le echan a Rosario la culpa de lo que había pasado el día anterior, acusándola de haber incitado a que otras personas se manifestaran. Ella les contestó: “Yo no llamé a nadie. No creo que lo pudiese hacer por telepatía...” Los deteni­dos ya no estaban en el Cuartel. “¿Papa no se viene? Esos hombres malos no le dejan ve­nirse con nosotras”. “Si, hija, el no puede venirse, se lo han llevado”, le contestó Rosa­rio. Los guardias se echaron a reír. También fueron al Ayuntamiento, pero no consiguieron nada. Mientras, los responsables locales del PCE, entre ellos Pedro Palomino Cava y An-tonio Iglesias Rodríguez, hacían las gestiones pertinentes, con abogados, para saber dónde estaban y preparar la defensa de los detenidos.

A la acción pacífica de los trabajadores (elaboración de plataforma reivindicativa, asambleas y manifestación, en respuesta a la interferencia de la guardia civil), siguió la reac-ción violenta y represiva de las “fuerzas del orden”. Un problema laboral es convertido en problema político y de orden público, y así es presentado por la prensa sevillana. ABC titulaba la noticia como “DETENCIÓN DE AGITADORES COMUNISTAS EN LA RINCO-NADA. Se manifestaron de forma tumultuosa y resultó, accidentalmente, un herido”, y El Correo de la Andalucía lo hacía así: “ORGANIZACIÓN COMUNISTA DESARTICULADA EN LA RINCONADA. Un grupos de 150 personas se manifestó exigiendo la libertad de los detenidos. La Guardia Civil hizo disparos al aire y un manifestante resultó levemente herido en una pierna” (ABC Sevilla, 11/09/1968, pp. 43-44; El Correo de Andalucía, 11/09/1968, pp. 10-11). Entonces, y durante mucho tiempo, la acción fue considerada como “Asalto al Cuartel de la Guar-dia Civil de La Rinconada”. Ni hubo asalto, ni tumulto, ni eran agitadores, ni la organi-zación comunista quedó desarticulada. Fue simplemente una manifestación de trabaja-dores (eso sí, organizada por el PCE) para pedir la libertad de otros trabajadores injusta-mente detenidos por reivindicar mejores condiciones de trabajo en el campo, que recibió, según Encarna Ruiz (2002), la solidaridad de trabajadores de empresas sevillanas y de la Comisión de Solidaridad del Metal de Madrid.

José Anaya estuvo quince días en el Hospital. Con fecha 14 de septiembre iniciaron su causa, la 111/68 y prestó declaración el día 17 del mismo mes en la Residencia García Morato, 2ª planta, habitación 204, y el Auto de Procesamiento es del mismo día. Fue acu­sado de resistencia a la fuerza pública (Art. 315 del Código de Justicia Militar) y decreta­ron su prisión preventiva. Ingresó en prisión sevillana, La Ranilla, el día 25 de septiem-bre, donde lo tuvieron solo, sin poder juntarse con los otros detenidos de San José. Después lo tuvieron en la enfermería, y por último, con los presos comunes. Estuvo en la cárcel hasta el 19 de noviembre, día en que comienza a “disfrutar” de la prisión atenuada (semejante en este caso a la libertad provisional) a la espera del Consejo de Guerra, que se celebró el 22 de febrero de 1969 en Sevilla. Todo el procedimiento judicial, especial-mente el informe del Fiscal y el texto definitivo de la sentencia, se basaba en el siguiente argumento: José Anaya Ramírez era uno de los más significados; estaba en primera fila y, junto a otros, se acercó demasiado a la fachada de la Casa-Cuartel, negándose a deponer su actitud, a pesar de las órdenes y advertencias del sargento de la Guardia Civil, Comandante de Puesto, D. Francisco Camacho Benítez. Para el Fiscal (escrito de 22 de noviembre), el sargento al ver que persistían en su actitud, “se vio precisado a hacer unos disparos con su metralleta dirigidos al suelo y cerca de la primera línea de los revoltosos, alcanzando el rebote de uno de aquellos al paisano José Anaya Ramírez”; pero para el Juez, según se lee en la sentencia, el Comandante de Puesto realizó “varios disparos al aire, que resultaron infructuosos, por lo que disparó a las piernas del procesado –único medio de vencer la rebeldía y la actitud hostil del procesado a acatar el mandato recibido para que disolviera la manifestación–, sufriendo éste lesiones de las que curó sin defecto ni deformidad”. Fue condenado a seis meses y un día, como autor de un “delito consumado de resistencia a obe-decer órdenes de la Fuerza Armada”. La sentencia fue firme el 8 de marzo, cuando recibió el visto bueno del Capitán General de la 2ª Región Militar. El tiempo en prisión preventiva y atenuada le fue tenido en cuanta para el cumplimiento de la pena, por lo que, efectuada la correspondiente liquidación el 22 de marzo, resultó que había cumplido la condena im-puesta con un exceso de 15 días.1

Todo fue una enorme injusticia padecida por José Anaya: fue herido, detenido durante dos meses y once días, sufrió un proceso judicial viciado y despreciable (cuando ya no eran frecuentes los Consejos de Guerra) y fue despedido de su trabajo en la Fabrica de Ta­bacos de San José. Además, sintió que ayuda no fue suficiente. De hecho, su padre le bus-có abogado defensor. Aquellos hechos marcaron su vida durante largo tiempo.

El taxista, José Ardoy, tuvo que ir, posteriormente, al Cuartel, siendo interrogado en varias ocasiones. Fue denunciado por alguien que comunicó a la Guardia Civil que lo ha­bía visto limpiando el interior del coche. Se dio, además, la circunstancia, en fechas pos­teriores a la manifestación, que nadie preguntaba nada a nadie por temor a tener que visi­tar el Cuartel de la Guardia Civil. Muchos vecinos de San José y de La Rinconada (parti­cipantes o no) fueron llamados e interrogados por los guardias civiles, incluidos algunos de los detenidos que ya estaban en libertad. Estos interrogatorios se siguieron efectuando hasta dos meses después de los hechos.

En 29 de septiembre de 1969 el Tribunal de Orden Público (TOP), en Madrid, juzgó (Causa 728/1968) a Manuel Fernández Rodríguez, de 23 años, natural de Alanís de la Sie­rra, peón, y a Florindo García Castillo, de 24 años, natural de Santiponce, albañil. Ambos vecinos de San José de la Rinconada y acusados del delito de manifestación ilegal. La sentencia nº 237/1969 del TOP absolvió a Manuel Fernández, sin que en ningún momento aludiesen a las torturas padecidas. Su abogado defensor fue Alfonso de Cossio y Corral y Rafael Gómez León actuó de testigo.2 Florindo García, que desde el principio había ad­mitido su participación en la manifestación del 9 de septiembre de 1968, fue condenado, en la misma sentencia, a tres meses de arresto mayor. Estuvo una semana de diciembre en la cárcel de La Rinconada y los primeros tres meses de 1970 en La Ranilla. Un mes después volvería a ser detenido, procesado y encarcelado, como ya ha sido expuesto.  

La organización comunista del pueblo, de La Rinconada, se resintió a raíz de los suce­sos de septiembre de 1968. Muchos jóvenes, que pertenecían a las Juventudes Comunis­tas, dejaron de asistir a las reuniones. Si dicha organización había llegado a tener unos 40 miembros, después de la manifestación era difícil reunir a diez o doce, según testimonio de Antonio Castillo Guijo y de Manuel Ávila. También en San José (el Barrio) cundió el miedo y muchos restringieron la participación al mínimo. En cambio en otros pueblos dio ánimos para seguir, para ver que, a pesar de la brutal represión franquista, la acción era posible, que había que redoblar los esfuerzos.

1. Su padre, Juan Anaya Cantero, estuvo en prisión desde diciembre de 1947 a diciembre de 1948 por haber ocultado durante un mes a su hermano Manuel, el cual fue fusilado en enero de 1949: era un guerrillero antifranquista, y como tal perteneció al maquis de la Sierra Sur sevillana y los Montes de Málaga.

2. Sus hermanos Rafael y Lázaro aseguran que murió el 7 de enero de 1987, cuando tenía 41 años, a consecuencia de las torturas cuando fue interrogado en la madrugada del 10 de septiembre de 1968. Desde aquel momento Manuel no levantó cabeza: padeció convulsiones y otros males, y tuvo sus facultades mentales mermadas, teniendo que ser atendido en el Hospital en numerosas ocasiones.

AUTOR: 
Ramón Barragán Reina
LIBRO: 
ANTIFRANQUISMO Y LUCHA OBRERA EN LA VEGA MEDIA DEL GUADALQUIVIR 1960-1975 (2024), páginas 38 a 43

 (Continuará)

 

 

viernes, 28 de marzo de 2025

SEGUNDA PARTE LA ACCIÓN OBRERA Y ANTIFRANQUISTA EN LOS PUEBLOS DE LA VEGA MEDIA Y EMPRESAS SEVILLANAS (2)

 

La acción obrera en el campo y en algunas empresas agroindustriales o de la cons-trucción entre 1962 y 1975.

La actividad reivindicativa laboral, aunque al principio no estuviese aún organizadas las CC.OO., fue realizada en las faenas agrícolas por los militantes comunistas de los pueblos de la comarca desde el comienzo de la década de los sesenta, continuando la acción ya emprendida en los últimos años de la década anterior. El paro obrero también engendrará múltiples acciones reivindicativas en los pueblos para conseguir trabajo o fondos del Es-tado que paliasen la situación, dada la negativa constante del Gobierno a reconocer el derecho de los trabajadores del campo a un Seguro de Desempleo. Tanto en un caso como en otro, todos los comunistas de la comarca, en mayor o menor medida y aunque tra-bajasen en otros sectores productivos o fuesen estudiantes, colaboraron en el renacer y desarrollo del movimiento obrero del campo, que a largo de los últimos quince años de la dictadura franquista se irá concretando en torno a las CC.OO. del Campo y, llegado su momento, en las Comisiones Campesinas, aunque aparecieran mezcladas en más de una ocasión en escritos y octavillas reivindicativas anteriores a 1972.

La actividad de los militantes del PCE, antes y durante cualquier acción o conflicto, fueron muy importantes y activas. No es de extrañar que muchos visitasen en más de una ocasión las dependencias cuarteleras de la Guardia Civil, recibiesen palizas, vejaciones y amenazas, fuesen detenidos y padeciesen cárcel durante un tiempo. Para las autoridades franquistas cualquier acción era considerada una acción antifranquista, al ser percibida como una acción política subversiva. En realidad, todas las acciones, huelgas o conflictos sirvieron para desarrollar la conciencia reivindicativa de clase en los pueblos y para abrir y conquistar espacios de libertad. Colaboraron, directa o indirectamente, en la lucha contra la dictadura franquista por la falta de libertad para realizarlas. Además, la acción represiva de “las fuerzas del orden”, siempre presente, consiguió en bastantes casos que acciones o conflictos con reivindicaciones puramente obreras, nada subversivas, termina-sen con reivindicaciones políticas.

Las primeras acciones en el campo, de las que existen noticias, gracias al Archivo His­tórico del PCE, se produjeron a finales de abril de 1962 en el municipio de La Rinconada, “en solidaridad con nuestros camaradas de Asturias”, aunque más bien fue un intento frustrado. El objetivo de la huelga era conseguir un jornal de 120 pesetas y 6 horas de trabajo efectivo (cobraban 100 ptas por 7 horas). El día fijado para la huelga algunos patronos se dedicaron a recorrer los tajos para tomar nota de lo que estaba ocurriendo y de los que no habían ido al trabajo. Por la noche fueron casa por casa tomando sus datos personales, como forma de meter miedo a los trabajadores.

Con fecha 14 de septiembre de 1962 se produjo la detención de 12 mujeres, que trabaja­ban cogiendo algodón, sufriendo amenazas. José García Mallén, entrevistado por Eloisa Baena, cuenta que un grupo de mujeres, actuando como un piquete informativo, se diri-gieron a otras mujeres, que iban a coger algodón, para que exigieran más dinero por kg. cogido. El agricultor (arrendatario en este caso) avisó a la Guardia Civil, la cual intervino rápidamente y varias mujeres fueron detenidas, entre ellas su propia mujer, Rosario Zambrana Guerrero (Olvera, 1932), y otra mujer embarazada que había recibido algunos palos por parte de los guardias civiles, tan atentos y respetuosos como siempre.

Acciones similares a las anteriores fueron muy frecuentes, hasta tal punto que gracias a ellas eran conocidos los militantes comunistas (hombres y mujeres) por los trabajadores en general y por la Guardia Civil en particular. Las acciones reivindicativas en torno al precio de recogida del algodón recorren todos estos años, siendo abundantes las tiradas de octavillas en este sentido.

Desde el Comité Provincial del PCE también elaboraron propaganda, uniendo a las rei­vindicaciones económicas las reivindicaciones políticas antifranquistas. Como ejemplo de ellas está la octavilla, que el 1 de septiembre de 1963 repartieron en municipio de La Rinconada y otros de la comarca. Decía así:

OBREROS, MUJERES, JÓVENES: Conseguir las 3,50 en el algodón y las 150 pesetas en la recogida de aceituna puede ser una conquista muy seria, pero será más si al mismo tiempo exigimos libertad sindical, el derecho de reunión y de huelga, las libertades reconocidas en todo país civilizado. Luchando por nuestras reivindicaciones económicas preparamos la huelga general política para poner fin a la dictadura.

Desde 1963 existió en Cartuja, cerca de San José de la Rinconada, una fábrica de adere­zo de aceitunas de verdeo, que envasaba aceitunas rellenas con pimiento morrón. Parte de la producción era para la exportación. La fábrica daba trabajo a casi 400 mujeres y más de 20 hombres en cada campaña. Además de cobrar poco (pagaban los salarios propios de cinco años antes), trabajaban en condiciones inhumanas (sin ventanas, sin aseos adecua­dos, sin comedor...), y no les daban de alta en la Seguridad Social, a pesar de que al suel­do semanal le descontaban la parte correspondiente para dicho concepto. En estas condi­ciones, en 1965, un grupo de jóvenes comunistas de San José de la Rinconada (Carmen Aparicio Prieto, Antonia García Castillo, Rosa Estévez y otros) y algunos jóvenes comu-nistas comenzaron a moverse y para movilizar a los trabajadores y trabajadoras, llevando a cabo una serie de acciones reivindicativas. Pusieron el conflicto en manos del abogado laboralista Francisco Páez Moreno, que interpuso denuncia para que los dieran de alta en la Seguridad Social y llevó a Magistratura la cuestión de los salarios. No se libraron de ser llamados al Cuartel de la G. Civil y como represalia la empresa despidió al grupo que inició las protestas. Lucharon contra los despidos, pero ahí tenían las de perder pues les hacían firmar el finiquito al contratarlas. Ese año el 1º de Mayo se celebró con una gran manifestación, que salió de Cartuja y recorrió algunas calles de San José.

En 1964 los trabajadores de la Serrería de Cartuja, empresa cercana a San José de la Rinconada, dedicada a la madera (serraban eucaliptos de una finca en Montequinto, pro­piedad de Miguel Sánchez-Dalp), se declararon en huelga para mejorar sus condiciones de trabajo. Juan Cantón Martos, que llevaba trabajando en la empresa desde 1955, y Manuel González Corro, Mosquino, formaron parte de la comisión que organizó dicha acción. El empresario los despidió y la fábrica fue cerrada. Se informaron, con la colaboración de Darío Catalina, de las bases contenidas en la Reglamentación del Trabajo de la Madera y el Corcho y fueron al Sindicato Vertical a plantear el problema, pero no consi-guieron nada. Juan Cantón pasó a trabajar en otra serrería situada en El Gordillo, donde realizaban las mismas actividades con la madera.

La lucha contra el paro, siempre soterrada, dio la cara en La Rinconada en 1966. Se creó una comisión de obreros, encabezada por José García Mallén y de la que formaba parte Carmelo Acuña Mendía y otros, para entrevistarse con el Alcalde y exigir que el Ayun-tamiento concediera algunos días de trabajo a los parados. La entrevista se realizó en un bar, en la Barriada de San José, pues el Alcalde estaba jugando una partida de cartas. En el acto intervino un propietario, que dijo: “Poca hambre tiene que haber, pues en mi finca hay todavía muchos jaramagos”. El Alcalde le recriminó por lo que había dicho con la siguiente declaración: “Las personas comen comida, no hierbas”. Consiguieron que contrataran a los parados. Había fondos, pero no los empleaban, si no se pedían. A algu­nos los pusieron a limpiar el arroyo Las Pavas, a la entrada de La Rinconada, hasta su sa­lida del pueblo.

También en 1966, según Antonio Alvarado y Carmelo Acuña, hubo un intento de huelga durante la recogida del algodón. Se reivindicaba una peseta más por kilo de algodón. Pusieron banderas por los tajos y organizaron piquetes informativos para impedir que la gente fuera a trabajar. Consiguieron que algunos pararan. Alvarado la llama “la huelga del canasto”, pues los trabajadores volvían de los tajos con el canasto sin abrir, y se alcanzaron en parte los objetivos propuestos, dándose la circunstancia que los pequeños agricultores (propietarios o arrendatarios) pagaban y cumplían, pero los grandes terra-tenientes, con más posibilidades, no lo hicieron.

Las elecciones sindicales de septiembre y octubre de 1966 (primera y segunda fase) su­pusieron la consolidación de CC.OO. como organización referente del movimiento obrero en Sevilla y en toda España, pero en la Vega Media solo supuso un leve avance en la re­presentación legal de los trabajadores. Aún no existían condiciones adecuadas para gene­ralizar la utilización de las Hermandades (“el Sindicato”) en la lucha obrera en el campo. No obstante, los convenios colectivos locales firmados en algunas localidades sevillanas (Los Palacios en 1959 y entre 1962 y 1966 en Coria del Río, Alcalá de Guadaíra, El Torbiscal, Villanueva del Ariscal y Lora del Río), con o sin participación de las CC.OO., servirán de guía en la acción y como forma de organizar al mayor número posible de tra-bajadores del campo en torno a las CC.OO. con el empleo de la táctica legal, a pesar de que el Tribunal Supremo, en noviembre de 1967, las declara a CC.OO subversiva e ilícita.

En Cantillana los militantes comunistas de la localidad continuarán presentes en la Sec­ción Social del “Sindicato” con mayor fuerza, hasta tal punto que en 1967 logran imponer a Francisco Palomo Blanco, Paco Gumersinda, como concejal en representación del ter­cio sindical, pues, según su testimonio personal, “lo eligieron los doce miembros de la S. Social, que eran todos del PCE”. Es posible que no lo fueran todos, pero sí eran amigos y simpatizantes en su mayoría. Fue concejal del Ayuntamiento desde el 5 de febrero de 1967 hasta el 10 de agosto de 1970, día en el que fue detenido.

En Villaverde del Río, siguiendo con la tradición ya marcada desde las elecciones de 1957, fue enlace sindical Antonio Hernández Trigo, junto a otros compañeros, José Vera Morata, Juan Orejuela y José Ávila, lo que les permitió incidir en la problemática de los trabajadores del campo desde la plataforma legal de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos.

En La Rinconada, por primera vez, José García Mallén se convirtió en enlace sindical, junto a otros compañeros, formando parte de la S. Social del “Sindicato”. A partir de ese año hay constancia, por tanto, de reuniones en las Hermandades Locales de Labradores y Ganadores para que se cumplieran las reglamentaciones de trabajo, a la vez que se crea­ban comisiones en los tajos, en los cortijos y en el municipio. En septiembre de 1967 pre­sentaron una plataforma reivindicativa, firmada por “La Comisión que formula el conve­nio”, que en términos generales fue asumida por la Sección Social de la Hermandad Sin­dical Local de La Rinconada, como prueba de la fortaleza que las CC.OO. del Campo te-nían ya en el municipio. El acta de la reunión dice así:

En La Rinconada a día ocho de Octubre de mil novecientos sesenta y siete, se reúnen en el local de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, a las veinte horas, bajo la presidencia de D. Enrique Aparcero Jiménez, Presidente de la Sección Social de dicha Entidad. El objeto de la reunión es formular propuesta de Convenio Colectivo de aplicación a las empresas y trabajadores agrícolas de este término. El Convenio a negociar ha de contener fundamentalmente los siguientes extremos:

JORNADAS.- 7 horas

SALARIOS.- Trabajador eventual, en faenas no específicas 150 ptas.- Trabajador fijo en dichas faenas, 120 ptas.

FAENAS ESPECÍFICAS.- Siembra, 250,00 ptas; Riego, 300,00 ptas.- Abonado, 300,00 ptas; Recolección, 300,00 ptas; vareadores de aceitunas, 300,00 ptas; aceitunas de almazara, 250,00 ptas; corta de naranja, 250,00 ptas; arranque de remolacha, 300,00 ptas; corta de maíz, 250,00 ptas; recogida de algodón y patatas, 250,00 ptas; carga y descarga, 350,00 ptas. FAENAS DE ALGODÓN.- Segado de algodón y gañanes, 250,00 ptas; tractoristas y con-ductores de maquinaria agrícolas, 325,00 ptas; tratamientos de plagas con pesticidas en jornada de cinco horas, 300,00 ptas; injertadores, podadores y taladores, 325,00 ptas. Los trabajos nocturnos se abonarán con recargo del 25% de los salarios que se acuerden y las horas extraordinarias con el 40% del salario que resulte del Convenio. No se permitirá el trabajo a destajo mientras existan obreros en paro forzoso. El tiempo de vigencia (del Convenio) será de un año.

Y siendo éste únicamente el objeto de la reunión se da por terminada a las veintiuna horas del día arriba indicado. De todo lo cual como Secretario doy fe.

Este proyecto de convenio propició, según Carmelo Acuña, la primera asamblea de CC.OO. en la Vereda de los Solares:Fue en el bar de Cristóbal. Estaba lleno... A Cristóbal le cerraron el bar y se fue de taxista”.

No cabe la menor duda que estas acciones realizadas con éxito, aunque sea imposible saber si terminaron en convenio firmado o no, fueron la antesala de los sucesos que ocu­rrirán al año siguiente, en 1968.

 

AUTOR: 
Ramón Barragán Reina
LIBRO: 
ANTIFRANQUISMO Y LUCHA OBRERA EN LA VEGA MEDIA DEL GUADALQUIVIR 1960-1975 (2024), páginas 34 a 38.

 (Continuará)

martes, 18 de marzo de 2025

SEGUNDA PARTE LA ACCIÓN OBRERA Y ANTIFRANQUISTA EN LOS PUEBLOS DE LA VEGA MEDIA Y EMPRESAS SEVILLANAS (1)

La acción obrera desarrollada en esta etapa de la lucha antifranquista, entre 1960 y 1975 fue muy superior a las de las etapas anteriores. Por ello, y para una mejor comprensión y tratamiento metodológico, aunque las acciones se produzcan de forma simultánea y sea difícil, a veces, separar una acción de otra, se expondrá en cuatro apartados:

-el primero, estará dedicado a los 1º de Mayo por ser una acción anual en la que parti-cipaba participaba toda la oposición antifranquista, política y sindical.

-el segundo, a la acción sindical en el campo, que es el centro de la lucha en los pueblos y que suponen el nacimiento del nuevo sindicalismo, CC.OO. del Campo, incluyendo los conflictos en empresas agroindustriales o de la construcción por su relación con los pueblos y con los trabajadores del campo, que alternaban trabajos en ellas

-el tercero, a la acción sindical realizada por militantes antifranquistas de esta comarca en empresas de Sevilla, donde colaboraron activamente en la organización de CC.OO. y de la lucha antifranquista.

-el cuarto, a la actividad antifranquista en la emigración: en Cataluña y en países euro-peos: Alemania, Francia y Suiza.

 

Los Primeros de Mayo

Una de las acciones obreras con gran significación política en la lucha contra la dictadura fueron los 1º de Mayo. Era una acción que conllevaba un alto riesgo, dado que la celebra­ción del 1º de Mayo estuvo prohibida en España desde que los militares se adueñaron de ella, es decir, desde 1936 en las zonas controladas por los sublevados y desde 1939 en toda España.

No obstante, los trabajadores más comprometidos con la lucha antifranquista y obrera comenzaron a celebrarlo en la calle en los años sesenta de la mejor forma posible en cada momento, claramente antifranquista y de lucha por la libertad de reunión, manifestación, asociación y huelga. En algunos casos también tuvo su versión local, especialmente en San José de la Rinconada, aunque fue en los celebrados en Sevilla donde participaron obreros, vecinos y militantes comunistas de toda la comarca, y donde algunos fueron de-tenidos.

La celebración más antigua y pintoresca, para despistar un poco, fue la del 1º de Mayo de 1961 en San José de la Rinconada. José Castro Donaire, Francisco Núñez Artacho, Gorreta, y José García Mallén alquilaron un pianillo y salieron por las calles de San José de la Rinconada, tirando cohetes y amenizando la acción con música. Todo un espectácu-lo, pero era lo máximo que se podía hacer, demostrando su antifranquismo y la valentía de unos hombres que creían en la libertad y en la clase obrera. No pasó de ser una acción simbólica, testimonial, sin gritos reivindicativos, ni alusiones a la dictadura franquista, pero sirvió para que otros se interrogaran sobre lo que estaban haciendo.

El 1º de Mayo de 1964 tuvo una celebración masiva en San José. Fue una autentica revelación de la fuerza que ya tenía en PCE en la localidad. Llegaron a reunir entre 250 a 300 trabajadores, en su mayoría jóvenes, en la Venta del Cruce. Salieron en manifestación por las calles del pueblo. Fueron dispersados por los guardias civiles de forma pacífica en grupos de 30 o 40, pero volvieron a juntarse en la Blanca Paloma, un bar con veladores, frente a la Cañamera, lugar de reunión de los agricultores del municipio. Se llenaron las mesas y los vecinos mostraron solidaridad con ellos. No les dejaron pagar las cervezas que se bebieron. Más tarde volvieron y se dirigieron hacia el Convento, con los gritos de “La tierra para quien la trabaja” y “Fuera los americanos de España.”

Previamente al 1º de Mayo de 1965 en la Estación de La Rinconada, como también lla­maban a San José, La Pirenaica emitió un manifiesto, escrito en abril de aquel año, en fa­vor a la celebración de una manifestación el Primero de Mayo. En él se enumeraban los problemas que padecían los trabajadores y todos los vecinos: desempleo, que es “la enfermedad crónica que padecemos en esta comarca, que las autoridades no resuelven a pesar de los discursos y declaraciones”, y la carestía de la vida que, unida a los bajos salarios, lleva a los trabajadores a una situación angustiosa y desesperada cuando se quedaban en paro. “Tienen que comprar fiado en las tiendas, y cuando encuentran trabajo lo primero es pagar las deudas y seguir comiendo, porque comprar calzado y vestido es un problemazo”. Continuaba de esta forma:

Y las autoridades sin quererse enterar, leen la prensa llena de mentiras y ven la televisión con reportajes amañados y bonitos. No hay reportajes sobre la vida de la clase obrera en los pueblos, sobre los campesinos, ni sobre la educación y la vivienda. Existen barriadas de chozas que pertenecen a este pueblo: Vereda Chapatales y Vereda de los Solares, donde se malvive. Que vengan los de la televisión y hagan un reportaje sobre ellas para que se vea la realidad.

Denunciaba los despidos ocurridos en la Fabrica de Tabacos, donde cuatro hombres y cinco mujeres se habían quedado en la calle, sin trabajo. Y señalaba a los culpables de la situación del pueblo y la actitud que se debía tener, “invitando a todos los vecinos (con nuestras mujeres e hijos) para que el Primero de Mayo, fiesta de todos los trabajadores en el mundo entero vayamos en manifestación al Ayuntamiento, a exigirle trabajo seguro durante todo el año, un jornal para poder vivir y vivienda para las personas. ¡Viva el 1º de Mayo! ¡XXV años de paro obrero!”

La jornada del 1º de Mayo de 1965 fue, según la información emitida igualmente por Radio Pirenaica, un éxito. Los vecinos de San José de la Rinconada fueron llegando al lugar previsto de reunión, en Cartuja. Llegaron familias enteras (hombres, mujeres y ni­ños) y muchos jóvenes de edades entre los 15 y 20 años. A las doce menos cuarto se pu­sieron en marcha hacia el pueblo. El recibimiento fue apoteósico, según el informante. Recorrieron algunas calles y la gente aplaudía. Los manifestantes gritaban: ¡Trabajo!¡Sa­larios decentes! ¡Libertad a los presos políticos! ¡Libertad sindical! ¡Fuera yankis! ¡Paz para el pueblo español! ¡Viva España! ¡Viva el 1º de Mayo! Algunas personas mayores se emocio-naron al verlos pasar. A la una y media apareció la Guardia Civil. Se entabló un dialogo entre el sargento y los manifestantes, los cuales le comunicaron los motivos de la mani-festación. El sargento les pidió que se disolvieran y así lo hicieron, dividiéndose en gru-pos pequeños. El Alcalde, Fernando Belmonte Sánchez, se acercó a un grupo, habló con ellos y mandó al sargento a que detuviera a dos, a los que se unieron otros tres que volun-tariamente aceptaron ser deteniudos. Se produjo entonces una concentración de manifes-tantes, consiguiendo que los dejaran en libertad.

En 1966 la principal manifestación se celebró en Sevilla. A ella asistieron militantes co­munistas de todos los pueblos. De San José de la Rinconada asistió un nutrido grupo. Lo normal era reunirse en el sitio indicado previamente, que cambiaba cada año, apareciendo pequeños grupos desde distintos lugares, concentrarse y, al llegar “los grises”, salir co-rriendo, dispersarse y volverse a concentrar en algún otro punto, si así se había convenido. Esta vez José Castro Donaire, de San José de la Rinconada, no tuvo suerte. fue detenido y llevado a la Gavidia. Era la comisaría más concurrida, donde eran interrogados por el grupo de torturadores oficiales de Sevilla formado por Colinas, Beltrán, Soriano y Se-rrano, de no muy buen recuerdo para la oposición antifranquista sevillana. José Castro fue juzgado de 15 de octubre, siendo su abogado defensor Nicolás Sartorius. En la sentencia (la 108/1966) se dice que fue detenido cuando iba al frente de un grupo de convecinos, unos veinte, para asistir a una manifestación en Sevilla con motivo del 1º de Mayo. Fue acusado del delito de manifestación no pacífica y condenado a 4 meses y 1 día de arresto mayor y el pago de 10.000 ptas. de multa. En realidad la única violencia la pusieron, co-mo siempre, los policías al disolver la manifestación. Cumplió la condena en la Prisión Provincial de Sevilla, tres meses en 1966 y un mes, que le faltaba, en 1969, cuando el Gobierno decretó el Estado de Excepción, que fue devastador para la militancia antifranquista y comunista sevillana.

En 1967, como todos los años, se volvió a realizar la manifestación del 1º de Mayo en Sevilla. Esta vez los hombres y mujeres de CC.OO. contaban con el aval del éxito en las elecciones sindicales de septiembre de 1966. El lugar de reunión fue el Palacio Ar-zobispal, pues allí daba una conferencia José Corbella, presidente nacional de Vanguar-dia Obrera Católica. Aunque la Plaza Virgen de los Reyes, al terminar la conferencia, estaba llena de policías en formación, salieron en manifestación hacia la avenida de la Catedral con la intención de llegar a la Plaza del Duque, donde pretendía celebrar un acto público en el salón de actos de la Casa Sindical. Desde el principio hubo carreras ante la actuación de la policía. A pesar de todo, un importante número de manifestantes llegó has-ta la Plaza del Duque, donde la policía cargó contra ellos. Hubo detenciones y multas posteriores. Entre los detenidos, y con multa de 25.000 ptas., estaba Manuel Cabrera Ba-zán, de La Algaba, que trabajaba en Aguas de Sevilla, y participaba en las CC.OO..

El 1º de Mayo de 1968 estuvo dentro de las llamadas Jornadas Gloriosas, convocadas para los días 30 de Abril y 1 de Mayo, como consecuencia de la gran acción de masas prevista por la Segunda Reunión General de CC.OO., celebrada en Madrid en diciembre de 1967. Esta vez, les tocó a un grupo de rinconeros ser detenidos: Rafael Gómez León, Luis Acuña Mendía, Florindo García Castillo, Lorenzo Gallardo Durán (el Monaguillo), Francisco Quesada, José Castro Donaire y Pedro Palomino Caba. Algunos ya lo estaban desde la noche del día 29 de abril. Ese fue el caso de Lorenzo Gallardo, Francisco Que-sada, Florindo García, José Castro y Pedro Palomino. Los detenidos “preventivos” fueron puestos en libertad el 2 de mayo; los otros dos salieron el día 3. Cuando salían de los Juzgados de la calle Apodaca, Carmelo Acuña, que había ido con su madre para recoger a su hermano Luis, fue detenido cuando salía su hermano al proferir gritos contra la policía, no sería la última, porque después vendrían otras muchas detenciones.

En 1969 las Juventudes Comunistas de San José de la Rinconada quisieron volver a ce­lebrar el 1º de Mayo en la localidad. No fue posible. La presión familiar y de los guardias civiles impidieron que se pudiesen manifestar. Hacía muy poco tiempo de la gran mani-festación ante el Cuartel (9 de septiembre de 1968), en la que hubo heridos, detenidos y procesados, algunos pendientes de juicio, y el miedo se había acrecentado de los vecinos.

En Villaverde del Río, en 1971, las JJ.CC. quisieron celebrar el 1º de Mayo con un baile. No era el primero que celebraban, pues esas actividades de diversión eran una fuente de recogida de dinero para las actividades del partido y para la solidaridad con los presos. En esta ocasión el Ayuntamiento les denegó la petición de autorización, que obligatoriamente tenían que hacer. Ellos continuaron con los preparativos y abrieron el local para el baile. Recibieron la visita de los guardias municipales que les recordaron la prohibición del acto. Sin embargo, continuaron hasta que, ya bien tarde, sobre las una de la madrugada, una pareja de guardias civiles se presentó y cerró el local.

 

AUTOR: 
Ramón Barragán Reina
LIBRO: 
ANTIFRANQUISMO Y LUCHA OBRERA EN LA VEGA MEDIA DEL GUADALQUIVIR 1960-1975 (2024), páginas 31 a 34..

 (Continuará)

 

martes, 11 de marzo de 2025

PRIMERA PARTE: LA NUEVA GENERACIÓN ANTIFRANQUISTA (2g): La Estación, El Cerrado de Miura y La Monta de Cantillana, El Viar y Esquivel, Alcalá del Río, Tocina, La Algaba y Burguillos

 

La Estación, El Cerrado de Miura y La Monta

En la Estación de Cantillana, en el Cortijo Villalba vivió durante doce años, hasta 1973, José Gaona Sánchez, militante de Brenes, que creará un núcleo comunista con hombres de este lugar, los cuales estarán en contacto con los militantes y simpatizantes de El Cerrao y de Cantillana. Falleció el 22 de octubre 2005.

En El Cerrao continuará sin desmayo Rafael Hernández Jiménez (José Hernández, el Argentino). En los años sesenta se unirán a él otros hombres que, en mayor o menor medida, participarán en la lucha antifranquista como militantes o simpatizantes del PCE, pero corriendo todos los mismos peligros, al sentirse súper vigilados por la Benemérita. Algunos de ellos fueron: Juan Núñez Ruiz, Juanillo Carácter, (Alcolea del Río, 1934), fallecido en 2003; Juan Jiménez García (Juan Flix), (Íllora-Granada, 1934) y Carlos Nache Márquez, (Vélez Rubio-Almería, 1937). Labraban tierras, bien en propiedad o arrendadas, y trabajaban en los cortijos cercanos. También Carlos Nache, cuando se esta-bleció definitivamente en esas tierras en 1961, colaborará con Rafael Hernández, vivía en La Monta. Juan Jiménez, Flix, que instaló la gasolinera de La Monta en 1970, falleció en 2007. También en La Monta vivía Pascual Guerra, que participó activamente en la lucha antifranquista del PCE. Rafael Hernández, que siempre estuvo en contacto con los mili-tantes comunistas de Cantillana y otras localidades, tuvo un final trágico. Murió hace cua-renta años a consecuencia de un accidente de tráfico: su vehículo fue arrollado por una ambulancia.

El Viar y Esquivel

Hacia 1970 se organizó en El Viar la Organización Comunista-Bandera Roja, creada en 1970 en Barcelona. Llevó a cabo esta tarea un estudiante, que vivía en el Camino de los Lotes, cerca de Esquivel y El Viar. Se llamaba Juan Rodríguez Gordillo, conocido por Juan Banderas, y entró en contacto con BR en la Universidad de Sevilla. Se propuso crear la organización en El Viar. Con él van a formar la primera célula del nuevo partido: Emilio Coca Moya, Antonio Corzo, Fernando Zambrano Baena, Antonio Castillo y otros. Eran jóvenes nacidos entre finales de los cuarenta y primeros años de los cincuenta.

En los años finales de la dictadura, antes de la muerte de Franco, se incorporan a BR jóvenes nacidos a finales de los cincuenta, entre 1955 y 1959: Antonio Coca Moya, Fran­cisco Guirado Rubio, José Polonio Merino, Rafael Bretones, José Luis Izquierdo Atero y los hermanos José y Pablo Ramírez, que eran de Paradas.

Organizaron las CC.OO. del Campo y entraron en contacto con los pueblos de la comarca. Realizaron un intenso trabajo de organización de los trabajadores del campo, participando en importantes conflictos.

En Esquivel será Vicente Campos Delgado quien organiza el PCE hacia 1972 o 1973, antes de morir Franco, con la ayuda de militantes de San José de la Rinconada. También impulsará las CC.OO. y forma parte de la comisión comarcal en 1976. Al partido se afi­liaron, ya en democracia, 44 personas de la localidad. En 1979 fue miembro de la candi­datura del PCE de Alcalá del Río y se convirtió, al ser el más votado, en Alcalde Pedáneo de Esquivel.

Alcalá del Río

Las detenciones de 1960, cuando la gran redada, dejó maltrecha la organización comu-nista y antifranquista de Alcalá del Río. No mejoró con la vuelta en abril de 1963 de Manuel Domínguez Acuña, Francisco Ruiz López, el Moreno, e Isidoro Alonso Vázquez.

Manuel Domínguez volvió en tan mal estado de la Prisión P. de Cáceres, tanto física como anímicamente, que no pudo recuperarse, a pesar de lo cual quiso mantener la actividad política y reorganizar a los alcalareños. Su fallecimiento en 1967, truncó sus esperan-zas. Isidoro Alonso, que ha fallecido en abril de 2009, retornó en 1963 a su trabajo en la Azucarera de San José, dejando la actividad política clandestina, que retomarán sus hijos, Manuel Jesús e Isidoro Alonso Romero más adelante. Francisco Ruiz se fue pronto a Barcelona, donde se estableció y se involucró, mientras pudo, en lucha por la libertad.

Además de los intentos fallidos de Manuel Domínguez, hubo otras iniciativas, al menos así lo atestiguan militantes comunistas de otras localidades que mantuvieron cierto con­tacto con hombres de la localidad para hacerles llegar Mundo Obrero y alguna propagan­da del PCE, pero no lograron rehacer la actividad de partido de forma continuada. Sin embargo, en 1965, el 14 de mayo, fue detenido José María Escobar Martínez, natural de María (Almería), vecino de Alcalá del Río, de 61 años de edad, casado y jornalero, por haber pronunciado en un bar algunos improperios contra Franco. Le abrieron la causa 132/1965, siendo acusado de un delito de injurias al Jefe del Estado. Por la sentencia 32/1966, de 12 de febrero, el TOP lo condenó a 6 meses y un día de prisión.

La reorganización del PCE en Alcalá del Río no se produjo hasta que Manuel Jesús Alonso Romero (La Rinconada, 1951), hijo de Isidoro Alonso, puso todo su empeño en conseguirlo. Trabajó desde 1966 en la Azucarera de San José. En la fábrica no se movía nadie entonces: los trabajadores estaban muy vigilados. Comenzó a relacionarse con co-munistas de aquella localidad , decidiendo participar en el PCE. En diciembre de 1973 comienza a organizar el PCE en Alcalá del Río. Se reunían una vez en semana con militantes de San José de la Rinconada en el Bar el Bulto, en calle de la Peña, cuyo due-ño, simpatizante, los dejaba y procuraba que no los molestaran. También se reunieron al-gunas veces en el Bar de Antonio Delgado Quiles, el Porrito, hombre de izquierda, simpa-tizante del partido. Estas reuniones culminaron con la constitución del comité local, for-mado por Manuel Jrsús Alonso, como responsable político hasta 1979; Marcial Gálvez Campaña (Loja-Granada, 1939), como responsable de finanzas, y Manuel Guerra Fernández (natural de Burguillos), responsable de organización. Con ellos estuvieron Antonio Díaz Antúnez (el Niño Rincones), José Verde Mira, y José Ramón Roca Torre-grosa, hijo de Cayetano Roca Mirete, que volverá a participar políticamente en Alcalá del Río, al igual que Manuel Rienda Gómez. Ambos había vivido el periodo de hibernación organizativa desde 1960. Pronto se les unirán los hermanos José, Antonio y Manuel A-guilar Flores, Gregorio Bravo Delgado, Manuel Ramírez Guerra, Manuel y Francisco Prada Romero, en cuya casa se hacían las reuniones del partido. También, como sindi-calistas: Juan Manuel Zurita Peláez y Juan Manuel Asensio González, que organizaron las CC.OO. del campo en el municipio y comarca, y Diego Ruiz Justo, cuya casa sirvió para reuniones, convirtiéndose después en su primera sede.

Manuel Velázquez Domínguez, vaquero, inició su militancia en 1975 y organizó una cooperativa con otros vaqueros de Alcalá. Fuera de la localidad, en Sevilla, Antonio Ro-sado Martínez, fallecido en diciembre de 2020, se vinculó al PCE cuando en 1973 fundó con otros una cooperativa de transporte y entró en contacto con militantes comunistas de la Agrupación de Pequeños Empresarios y Cooperativistas de Sevilla. Desde pequeño había mantenido una actitud clara de izquierdas, con fuerte compromiso social y político.1 También se unió a la misma agrupación Urbano Valdivia Navarro, que era camionero. Otros comunistas que iniciaron su militancia fuera de Alcalá del Río fueron: Manuel García Zambrano, que trabajaba en FASA Renault, y Manuel Ceballos Rodríguez, que tra-bajaba en la construcción en Sevilla. Todos ellos se unirán a la organización local del PCE y en 1979 formarán parte de la candidatura del PCE para la elecciones municipales, enca-bezada por José Ramón Roca, y en la que participarán también Cayetano Roca, que le había tocado hacer la larga travesía que va desde guerra a la democracia, y Manuel Rienda. El primero falleció el 27 de octubre de 2001 y el segundo un mes antes, el 11 de septiembre del mismo año.

En 1975 se constituyeron las JJCC de Alcalá del Río con la participación de Juan Carlos Velasco Quiles, Antonio Martín Prieto, que en Sevilla, donde estudiaba, ya pertenecía a las Juventudes, y Eugenio Fernández García, a los que se unirá Antonio Rienda Calero. Hacían las reuniones en el soberao del Teleclub de Alcalá. El Teleclub estaba presidido por José Velasco Quiles, hermano de Juan Carlos. Allí repartían el Mundo Obrero y demás propaganda del partido y organizaron conferencias (en 1976 llevaron a Fernando Soto) y otras actividades culturales de contenido progresista como forma de llegar a la juventud alcalareña.

Tocina-Los Rosales

Poco había crecido en Tocina y en Los Rosales la organización antifranquista en los años anteriores a la década de los sesenta. Manuel Gómez Sierra, que había mantenido cierta acción en las décadas anteriores, había logrado crear un grupo de hombres antifran­quistas, aunque sin actividad organizativa. Dejó la clandestinidad en 1963, pero siempre fue un anarquista puro, que seguía sintiendose miembro de la CNT, hasta su muerte el 26 de febrero de 1999.

En 1963 se estableció en Los Rosales José Jiménez Hernández, el cual, aunque estaba trabajando en Alemania desde 1961, tomó contacto con otros vecinos de la localidad y los implicó en la lucha antifranquista. En esta tarea estuvo acompañado por Rafael Sánchez Rámirez, que en 1961 había vuelto a Tocina, donde había nacido. Ambos habían ingre-sado en el PCE en la Vereda de los Solares (La Rinconada), cuando vivían allí con sus respectivas familias. A partir de 1973, José centrará su actividad en la organización del PCE en el municipio y fue el único concejal comunista en el Ayuntamiento de Tocina de 1979 a 1983, elegido en las primeras elecciones democráticas. Falleció a los 60 años de edad, en 1988. Ramón, que no pudo incorporarse a la Agrupación local comunista hasta su vuelta definitiva en 1979, falleció en 1997 a los 67 años de edad.

En 1970 llegó a Los Rosales Ginés Cano Grima (Melilla, 1930). Era miembro del PCE desde 1957, cuando aún vivía en Melilla. Allí tuvo contactos con los militantes comunis-tas de Oujda, Rabat, Casablanca y Nador, de donde recibían Mundo Obrero. Entre 1960 y 1969 estuvo en Orán (Argelia), trabajando como preparador de farmacia, sin dejar la mili-tancia política, y en 1970 dio el salto a la Península para trabajar en la farmacia de Los Rosales. Desde su llegada entró en contacto con José Jiménez y Rafael Sánchez, co-laborando en la organización del PCE en la localidad.

Poco a poco, especialmente a partir de 1975, se fueron uniendo a ellos: Miguel Barra­gán Ortiz (Berlanga-Badajoz,1944), Fernando Oviedo Agudo, Salvador Ríos Peña (falle-cido hace más de 20 años en un accidente laboral en una plataforma petrolífera en el Golfo Pérsico), Fernando Frieros Casquet (El Predroso, 1936), Rafael Ciscares, Antonio Bolivar, Filomeno de la Montaña, Rafael Hernández (hijo de Rafael Hernández, el Argen-tino), Francisco Martín Ordóñez, Ignacio Campo Barrios, Juan García Hurtado y otros.

Formaron una sola organización municipal, aunque la mayoría vivían en Los Rosales. Además, todos participaban activamente en CC.OO., aunque unos trabajaban en RENFE y otros en el campo. En Los Rosales las CC.OO. del Campo comenzaron a organizarse en 1973, antes formalizarse de la organización local del PCE.

El único caso conocido, en estos años, de represión contra un militante comunista naci­do en Tocina se produjo en Sevilla. Florentino Moreno Avellaneda, natural de Tocina, ve­cino de San Jerónimo (Sevilla), de 33 años de edad, fue detenido en Sevilla, junto a otro vecino de la capital, el 25 de junio de 1972. La detención se produjo cuando estaban “difundiendo por las calles” hojas dirigidas a los sevillanos y firmadas por el PCE. Fueron condenados, según sentencia de 11 de junio de 1973, a tres años de prisión menor y 10.000 ptas. de multa cada uno de ellos por un delito de propaganda ilegal.

La Algaba

Durante los años sesenta Francisco Blandón Martín, militante de los años 50, mantendrá la antorcha de la lucha contra en franquismo y la lucha el campo, rodeándose de un grupo de amigos. Recibía Mundo Obrero y los repartía en La Algaba a las personas que el creía le podía interesar. Los escondía en su casa, hasta que vio que su madre los quemaba, y después, en el campo. El PCE le pidió que organizara el partido en La Algaba, después del asesinato de Julián Grimau, pero era una dura tarea que no lograron hasta los años setenta. Sin embargo, no dejó de tener contactos y protagonizar intentos. De esa etapa recuerda a Diego Pedrosa Arteaga (fallecido en agosto de 2007), Francisco Molina Aguilar, Luis Carmona Amores, Juan Ayora Arcos (fallecido en diciembre de 1998), Antonio Espartero Torres (fallecido en agosto de 2005) y otros. Luis Carmona y Antonio Espartero trabajaban entonces en ISA, donde participaron en CC.OO. del Metal y se fueron acer-cando al PCE; los otros trabajaban en La Algaba en distintos oficios o en el campo. Tam-bién Juan Arenas Bazán participará en CC.OO., antes que en el PCE. Entró a trabajar en ISA en 1964, cuando aún esta empresa estaba en San Jerónimo, llegando a ser miembro de su Jurado de Empresa (Comité de Empresa) y activo militante de CC.OO..

La inexistencia de una organización comunista en La Algaba llevará José María Torres Zapico, cuyo tío José María Zapico Aragón fue asesinado por los militares en 1936, a de-dicarse con intensidad desde 1971 a organizarla junto a otros algabeños. Desde 1963 esta-ba en contacto con militantes comunistas (Eduardo Saborido, Fernando Soto, Sánchez Le-grán y otros), puesto que trabajaba en Hispano Aviación y participaba en CC.OO. del Metal. En 1968 decidió ingresar en el PCE en un acto celebrado en las arboledas de la Universidad Laboral. Comenzó a verse con otros algabeños. Algunos de ellos trabajaban en La Algaba o en diversas empresas de Sevilla, participando activamente en CC.OO., y otros eran estudiantes universitarios, que habían participado en las movilizaciones estu-diantiles de finales de los sesenta y en el Grupo de Teatro Algabeño. Recaudaban dinero para los presos políticos, siendo en la Peña Bética, según José Ma­ría Torres, donde más dinero recogían. Fue creada en 1960.

Se introdujeron en la Asociación de Cabezas de Familia como forma de poder incidir en los problemas vecinales. De ahí surgirá la necesidad de crear, en 1974, la Asociación de Vecinos Federico García Lorca, que no fue legalizada hasta 1976, y la Asociación de Padres Juan García Velázquez, hombre muy querido en el pueblo.

En el ve­rano de 1974, en algunos días de junio y de julio, el Grupo de Teatro Al­gabeño puso en esce­na la obra Asamblea General de Lauro Olmo y Pilar Enciso, por las ca­lles y plazas de La Algaba (El Correo de Andalucía, 19.06.1974, p. 28). Esta obra de-nunciaba la utilización de la reli­gión que co­laboraba como encubridora de un poder político injusto, puesto que los po­derosos siem­pre han utili­zado la religión para defender su posición de do­minio y mantener sus privile­gios. La ac­tividad de este grupo supuso un auténtico revul-sivo social, al realizar su actividad de for­ma abierta, a la luz pública.

A finales de 1974 o principios de 1975, el PCE quedó organizado a nivel local. Además de los ya citados, se integraron en la organización comunista: Manuel Cabrera Bazán, que trabajaba en la empresa de Aguas de Sevilla (EMASESA, desde 1974) y que falleció en 2010 a los 81 años de edad; Pedro González Cuesta, cocinero, trabajador de la Diputación Provincial, con una gran capacidad movilizadora; Antonio Merchán Rodríguez, que estu-diaba Medicina, al igual que Salvador Ortega Torres, Isabel Géniz Gallardo (Bety) y Ber-nardino Calvo Calvo, y Julia Espinosa Aráuz, así como otras mujeres. Todos tenían expe-riencia en la lucha sindical con CC.OO. en sus respectivas empresas o en la acción es-tudiantil en la Universidad. A ellos se les unió pronto Miguel Amores Torres, trabajador del cementerio de La Algaba, y Manuel Santos Ortiz, administrativo en una empresa de seguros.

Constituido ya el PCE local, organizaron desde la Asociación de Vecinos, como plata­forma más amplia de participación ciudadana, un ciclo de conferencias, en el que partici­paron los hermanos Pérez Royo y Fernando Soto. Estas conferencias, aunque se producen antes de la muerte de Franco, supusieron una importante divulgación política de izquier­das antifranquista.

En 1979, en las elecciones municipales, el PCE obtuvo en La Algaba el 64,25% de los votos. Para José María Torres Zapico, que ha estado 24 años ininterrumpidos de Alcalde de La Algaba.

Burguillos

La organización del PCE en Burguillos es una de las más tardías en constituirse. Se produjo cuando Domingo Santos Delgado, nacido en 1934, vuelve de Huete (Cuenca), donde estuvo trabajando para TRAGSA (Empresa de Transformación Agraria, SA) y donde comenzó, desde que llegó en 1971, a participar en las CC.OO. de su empresa. Falleció el año 2005, a los 71 años de edad.

Al poco tiempo de llegar a Burguillos se reunió con un grupo de hombres que formarán la primera agrupación comunista: Enrique Vázquez Peña (Tocina, 1934), Rafael Mañero Méndez, Juan Alonso y Manuel Pérez González, que era el más joven, pues había nacido en 1954, y que se dedicó a organizar a la juventud.

 

AUTOR: 
Ramón Barragán Reina
LIBRO: 
ANTIFRANQUISMO Y LUCHA OBRERA EN LA VEGA MEDIA DEL GUADALQUIVIR 1960-1975 (2024), páginas 25 a 30.
(Continuará)